¡Que la llama no se extinga!

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Miro a través del vidrio empañado y veo la plaza en tonos grisáceos. La sensación de frío me cala hasta los huesos.
Prendo la estufa a leña. Nunca me resulta fácil pero cuando lo logro, el placer invade mi cuerpo.
Me alejo apenas.
Ahora mismo estoy sentada en el sofá y observo mi obra maestra.
Las llamas anaranjadas, mezcladas con un verde esmeralda y un azul turquesa, me hipnotizan. ¡Parecen danzar!
Son lenguas que se alargan, se rozan, se separan y vuelven a rozarse. ¡Parecen mirarse, incluso!
Semejan una danza tan sensual y provocadora que me lleva a recordar aquellas palabras que  me dijo papá, un frío día de invierno, cuando me enseñaba a prender la estufa.
-¿Ves, Adriana? Los leños y el amor se parecen mucho. Deben estar lo suficientemente juntos como para darse calor y provocar la llama, pero debe existir un espacio entre ellos para evitar que la llama se asfixie y termine extinguiéndose.

ilargiluna
17/5/2022

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