¡Qué noche!

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Quiero cocinar para ti, cenar juntos a la luz de una vela con un vino por delante... y luego ¡amarnos hasta reventar!
¡Y despertar a tu lado!
Así le dijo él, casi en un susurro.
Sirvió dos copas de vino y ya se disponía a preparar la cena, pero giró sobre sí mismo y la envolvió en sus brazos.
-¿Tienes mucha hambre?, preguntó mientras jugueteaba con sus labios.
-¡Mucha!, respondió ella, a la vez que le mordisqueaba la boca.
-¿Ah, sí?
-¡Sí! Estoy hambrienta de ti…
Al día siguiente, cuando el sol los despertó, descubrieron que habían tenido dos testigos de su desenfrenada noche: las dos copas de vino, sin tocar.

ilargiluna
26/5/2022

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