¡Estoy presa!

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-¡Parecés una leona enjaulada!

Me lo dijo así, de repente, y no me sorprendió para nada, porque así me siento.

Es que ya pasó mucho tiempo desde aquel lejano marzo, donde fui verdaderamente libre. 

Es que estar en Aiguá con tu amante no es cosa de todos los días, ¡no señor!

Fue allá donde le tomé el gusto a la libertad. No dejé jamás de ser una leona salvaje y libre, correteé por los montes indígenas, tratando de escapar de la voracidad de mi hombre, pero, felizmente, siempre me atrapó. ¡Y nunca me sentí presa!

Hoy miro a través de las rejas de mi ventana y mi corazón se oprime. 

Busco la sierra, sé que está por algún lado. ¡Acá está! Ahora sí podré escaparme, pienso jubilosa. En eso, siento esa pregunta cargada de ironía:

-¿Qué hacés, loca?

-¡Necesito salir! ¡Me asfixio!

-¿Y por qué no salís por la puerta?

Cayó mi maxilar inferior, mi boca se abrió y solo pude balbucear:

-¿Y cómo llego hasta Aiguá?

ilargiluna
25/4/2022

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