¡A comer guiso!

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-¡La venganza fue terrible!, me contó mi cuñada.
Se había casado con el hombre más bueno del mundo. ¡Jamás lo oí decir un improperio! Mientras mi cuñada abría la boca y volcaba un interminable "pororó", el esposo se reía y se iba por un rato a esperar que se calmara la situación. Mas al volver, mi cuñada retomaba la conversa unilateral y sacaba a relucir todo lo que se le venía a la mente, mientras seguía cocinando.
El Negro se reía a carcajadas y mi cuñada más rabia sentía.
-¡Ya vas a ver!, murmuraba, para volver a arremeter con esa verborragia tan suya.
Los motivos del enojo de mi cuñada eran inexistentes. A veces ella quería ir hasta la ciudad (vivían en el campo), y por razones de trabajo él no la podía llevar.
La venganza  era hacer un guiso, única comida que a él no le gustaba.
Cuando le servía el almuerzo, al Negro parecía que le hacían cosquillas.
Ella, muda por el momento, saboreaba su venganza.

ilargiluna
11/7/2022

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