Capítulo 9.

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—Buenos días señorita Margareth ¿quiere algo especial para desayunar? —me dice ella amablemente mientras me siento en la barra de desayuno.

   ¿Ella venía con Michael y Jerry o llego tarde? Frunzo el ceño y la veo de pies a cabeza, es una mujer relativamente joven, morena de ojos azules, y no mucho más alta que yo. ¿Por qué no la había visto antes acá? Abro la boca para interrogarla y, vuelvo a cerrarla de golpe por la intervención de mi madre.

—Hija lo había olvidado, ella es Samanta, a partir de hoy nos ayudara con las cosas de la casa. —resopla mi madre desde el refrigerador.

—Ah. —sonrió amablemente estrechando su mano— Samanta, encantada de conocerte, espero no salgas corriendo por mis desordenes. —bromeo.

—El gusto es mío, señorita Margareth.

—Solo Maggie, por favor. —sonrío.

   Michael, el más grande de los escoltas, entra junto a Dave a la cocina, hace una leve reverencia y se marcha. —Maldición ya es hora de irme, llegare tarde— muerdo la parte interna de mi mejilla y veo lo atractivo que esta hoy, de traje azul, camisa y corbata negra.

—Buenos días. —nos dice acercándose a nosotros

   Mis padres saludan a Dave más familiar de lo habitual, entre sonrisas y amabilidad estrechan sus manos y, él como es de esperarse toma asiento a mi lado. Ellos deben estar completamente seguros que él y yo somos pareja, deben tomarlo con calma, aun no le he dicho que, sí...

—Hola pequeña. —me saluda dulcemente dándome un casto beso en la sien.

—Hola gigante.

—Dave ¿puedo ofrecerte algo? Desayuna con nosotros, por favor.

—Gracias Elizabeth, un café estará bien.

   Samanta sirve el café y se marcha. Dave me observa detenidamente, como si quisiera leer mis pensamientos.

—¿Qué sucede? —susurra— Ayer estabas de mejor ánimo.

—No he dormido muy bien. —bostezo.

—Maggie, no te preocupes, yo me hare cargo de todo. —murmura en mi oído.

—Gracias. —musito.

   Es tan jodidamente atractivo, todo lo que se pone le queda ajustado al cuerpo, como un traje de súper héroe. —Por supuesto, con ese cuerpo perfectamente tonificado, no es para menos— muerdo mi labio inferior al imaginarlo sin nada puesto.

   Dave deja su mano en mi pierna y me mira cómplice, su sonrisa es sensual, parece que escuchara mis pensamientos. Nuevamente me hace sentir una onda de calor que sube por mi cervical y ruboriza mis mejillas. Rayos...

—Dave ¿has hablado con Coleman? —le dice mesurado.

—Si Scott, hemos hablado por teléfono, él viene pronto a la ciudad y nos veremos... Gracias por hablarle sobre mis trabajos.

—Él ya los conocía, solo le refresque la memoria.

—Discúlpenme, mientras ustedes hablan de Coleman, yo subiré a terminar de arreglarme. Permiso. —Me retiro de la cocina, dejando a los dos socios hablando sin parar de proyectos.

   Subo presurosa a mi habitación. Solo tengo un par de minutos o llegare tarde y no será nada agradable discutir con Johnson.

   Cepillo mis dientes y coloco algo de maquillaje sobre las ojeras. —Sigue sin dormir y te verás de cuarenta años, Morgan— me reprendo a mí misma.

Margareth el éxtasis de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora