Capítulo 8.

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No puedo moverme, alguien respira calmadamente en mi cabello y me tiene oprimida en su pecho, abro los ojos aun adormecida y compruebo que sus piernas están entrelazadas con las mías, la calidez de su piel arropa todo mi cuerpo desnudo. Dirijo mis ojos hacia su cara, él sigue dormido, con el cabello sobre su frente y labios rosados entreabiertos. Sonrío como idiota al ver lo atractivo que se ve mientras duerme.

Trato de escapar de sus brazos cautamente, pero él se remueve y balbucea algo que me cuesta descifrar.

—Cinco minutos más, Maggie, por favor. —él me abraza tan fuerte que me inmoviliza, y me da un pequeño beso en la frente.

¿Maggie? Su subconsciente sabe que soy yo la que lo abraza, o de verdad soy la única mujer que ha entrado aquí. —oh mi gigante, sexy y ególatra Carter.

Le doy un vistazo al despertador negro de la mesita de cabecera, marca las 7:00am ¿Qué hago despierta un domingo a esta hora? Le doy un beso en el pecho, me acurruco en él y vuelvo a dormir.

—¡Mierda! —gruño y me siento de golpe en la cama.

Un fuerte estruendo fuera de la habitación me hace despertar bruscamente. —¿Qué rayos fue eso? Y ¿Dónde está Dave?— Madre mía, Dave, que noche tan excitante y satisfactoria he pasado con él.

Me dejo caer nuevamente en la cama y recuerdo todo lo sucedido hace unas cuantas horas, me estremezco y muerdo mi labio inferior por todas las imágenes que llegan a mi memoria.

El sol ilumina todo a mi alrededor, provocando que pueda observar la enorme y gris habitación, (anoche no tenía suficiente importancia ver donde estaba). Lo único de color aquí, es el piso de madera brillante, y las dos persianas verde olivo que cubren los dos grandes ventanales, frente a la cama un hermoso sofá negro de piel, en el ventanal un pequeño mueble gris con vista a la ciudad. Miro a los lados y hay dos mesitas de acero plateadas con dos lámparas beige sobre ellas a cada lado de la cabecera, la cama es enorme con sabanas perladas, creo que podríamos dormir aquí cada noche sin rozarnos. —¡Mierda!— me doy cuenta hacia donde se dirigen mis pensamientos y niego rápidamente con la cabeza. Veo el despertador son las 8:10am y, el delicioso olor a café me llama desde la cocina. —necesito un baño, ahora—.

Abandono la cama a regañadientes, busco la camisa de Dave y, me la pongo, cierro los ojos y me abrazo a ella, aún tiene su delicioso olor, olor a Dave a su sudor y su perfume.

Veo vacilante las tres puertas que hay en la habitación, abro la izquierda y enciendo la luz. Vaya... Dave parece encantarle el color negro, paredes blancas y negras, aunque para vivir solo y no traer nunca a nadie, el baño está diseñado para una pareja. La enorme bañera blanca con vista a la ciudad y la gran ducha con puertas de cristal a un costado. Un pensamiento propio de Ruth llega a mi cabeza. Fácilmente podríamos tomar una ducha los dos allí, imagino a Dave cubierto de espuma, frotando el jabón por su velludo y duro pecho, y yo en su espalda, ayudándolo a frotar esos lugares que sus músculos no le permiten alcanzar. Una puntada en el vientre y enormes ganas de verlo me hacen volver a la realidad. —Basta Margareth, detén tus pensamientos—.

—Lo siento querido Dave, pero necesito tu cepillo de dientes. —hago un mohín tomando la pasta de dientes.

Lavo mis dientes, me veo en el espejo, y, trato de arreglarme un poco el cabello; mi piel se ve tersa, mis mejillas están sonrosadas y, mis labios rojos como fresas, creo que el efecto Dave me sienta muy bien.

Salgo del dormitorio y bajo las escaleras persiguiendo el aroma del café y la melodiosa voz de Edith Piaf, que está dando un concierto desde, donde creo esta la cocina, cruzo por un amplio pasillo blanco y me quedo silenciosa en la puerta de la cocina, paredes blancas, estantes negros y todos los artefactos de un brillante acero, en el centro de la cocina una barra de desayuno gris oscuro con dos sillas blancas. —Más negro y blanco ¿Por qué no me sorprende?— Si voy a volver aquí, por lo menos flores de colores deben haber.

Margareth el éxtasis de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora