Nunca duermas junto a una caldera

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JUNIO 2002. ALGÚN LUGAR DEL OCÉANO ATLÁNTICO.

CAPÍTULO CONTINUACIÓN DE: ¡CLARO, CLARISSE!

– LAAAAA ARMADURA DE LA ABUELA, DE LA ABUELA PARA LA GUERRA. LA ARMADURA DE LA ABUELA, ME LA HAN REGALADO A MIIIIIIIII.

–¡Fer, no, de nuevo no! – se quejó de nuevo Clarisse. Las chicas estaban descansando por un momento en la cabina del barco. Era un momento tranquilo en la existencia de ambas semidiosas, pero ninguna se atrevía a decirlo en voz alta porque: Karma.

El concepto de Karma era tan curioso que Fer casi no se lo creía. Qué las personas cargaran a sus espaldas sus acciones le parecía gracioso y preocupante a la vez. Gracioso, porque se imaginaba a las personas con sacos más grandes que un minotauro a sus espaldas. Preocupante, porque, en la práctica, Fer había sido causante de la muerte de cientos de criaturas. 

No quería ni imaginar como estaba su saco.

Aunque Clarisse le dijo que los monstruos no contaban como seres humanos, eso no la dejaba más tranquila. Por ello, trataba de tranquilizarse cantando una de sus canciones favoritas (también era una de las pocas que se sabía, pero eso jamás lo admitiría).

– SEÑORA,  LOS MANGLARES A LA VISTA.

Bobby, como le decía Fer al muerto que ejercía como almirante en el CSS Birminghan, se presentó en la cabina de mando haciendo un saludo militar. Ambas chicas se miraron por un segundo antes de devolver su mirada al zombie. 

– PROCEDA, ALMIRANTE. – ordenó Clarisse.

– SÍ, SEÑORA. – hizo un saludo militar y se retiró. 

Las chicas se levantaron y Fer siguió a Clarisse hacia cubierta esperando sus comandos para iniciar las operaciones.

En los manglares habían árboles, musgo, lianas, mosquitos y un calor infernal, pero Clarisse se tomaba la misión muy en serio, por lo que usaba una armadura griega completa. 

La azabache, por su lado, usaba unas bermudas beige (cortesía de la cabaña de Ares) y camisetas que ya no lo quedaban a LaRue, lo que la hacía parecer nadando en la tela por la diferencia de proporciones. Ese día usaba una con unos labios sacando la lengua.

La nena también llevaba sus dagas en el cinturón, su chaqueta gris atada a la cintura para no dejársela por  ahí y un su mochila de excursión completa a sus espaldas. Todo estaba perfectamente sellado porque la niña tenía pánico a que se cayeran al agua y las cosas que tenía dejaran de servir o algo así.

Fer sabía lo horrible que era perder tus pertenencias en una situación inesperada, por lo que sólo se consideraba cautelosa mientras se dirigía a la cubierta más alta del barco a servir de vigía en caso de encontrar monstruos.

Sin duda, no esperaba ver un trío problemático bastante conocido peleando con una hidra. Se cuestionó por unos momentos si avisar de ellos o no, para luego regañarse a sí misma. ¿Cómo podría pensar eso si sus amigos estaban en peligro? Con eso en mente, alertó de los semidioses de su presencia con un grito.

— futuros polizones a las diez, capitana.

Clarisse levantó el catalejo para apuntar en la dirección señalada, para, inmediatamente, dar una sonrisa maliciosa.

—¡Allí! ¡Preparad la batería del treinta y dos! — ordenó a Bobby, que dudó por un segundo.

—¡Está demasiado cerca, señora!

—¡Malditos héroes! —gruñó mientras se rascaba la nuca.—. ¡Avante a todo vapor!

—Sí, señora.

Inferna Heller BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora