CAPÍTULO DIECIOCHO

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Haciendo enemigos en Navidad

        ANTES DE DEJAR EL OLIMPO, Percy y yo decidimos hacer unas llamadas

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ANTES DE DEJAR EL OLIMPO, Percy y yo decidimos hacer unas llamadas. No era fácil con el jaleo
de la fiesta, pero al final encontramos una fuente tranquila en un rincón del jardín y le enviamos un mensaje Iris a nuestro hermano Tyson, en el fondo del océano. Le hablamos de nuestras aventuras y de Bessie —él quería conocer todos los detalles sobre aquel bebé encantador de toro-serpiente—, y le aseguramos que Annabeth estaba a salvo. Finalmente, le explicamos los daños que el ataque del mantícora había causado en el escudo que él le había fabricado a Percy el verano anterior. —¡Ajá! —dijo—. ¡Eso significa que era bueno! ¡Te salvó la vida!

—Ya lo creo, grandullón. Pero está destrozado.

—¡De eso nada! — prometió—. Iré a visitarte el próximo verano y te lo
arreglaré.

—¿En serio? —le pregunté—. ¿Te dejarán unos días libres? —Tyson era mi hermano y evidentemente lo echaba de menos.

—¡Sí! He hecho dos mil setecientas cuarenta y una espadas mágicas —dijo orgulloso, mientras nos mostraba la hoja que estaba trabajando—. El jefe dice: « ¡Buen trabajo!» . Me dejará que me tome todo el verano. Y yo iré de visita al campamento.

Todavía hablamos un rato de los preparativos de la guerra y del combate que libraba nuestro padre con los antiguos espíritus del mar, y de las cosas divertidas que podríamos hacer juntos el próximo verano... Hasta que su jefe empezó a vociferar y tuvo que volver al trabajo.

Saqué mi último dracma de oro y mandé otro mensaje Iris. —Sally Jackson —dije—. En el Upper East Side de Manhattan.

La niebla tembló un instante y enseguida apareció Mamá en la mesa de la cocina, riendo a carcajadas y con las manos entrelazadas con su amigo, el señor Besugoflis. Percy y yo nos miramos, aquello resultaba un poco embarazoso. De pronto Mamá se dio cuenta de que estábamos ahí, abrió los ojos como platos y soltó a toda prisa la mano de Besugoflis. —¡Ay, Paul! —le dijo—. Me he dejado el cuaderno en la sala de estar. ¿Te importa ir a buscármelo?

—Claro, Sally. Ahora mismo voy.

En cuanto salió de la habitación, Mamá se inclinó hacia delante para ver con claridad el mensaje. —¡Percy, Cas! ¿Estáis bien?

—Eh, sí, muy bien. ¿Qué tal va ese taller de escritura? —dijo Percy.

Se me escapó una risa.

Ella frunció los labios. —Perfecto. Pero eso no importa. Cuéntame qué ha pasado y como es que tu hermana tiene un mechón blanco.

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora