CAPITULO CUARENTA Y TRES

929 115 8
                                    

43

Aquiles intentó avisarme

           LAS PALABRAS DE ANNABETH ME HABÍAN PUESTO EN ALERTA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

LAS PALABRAS DE ANNABETH ME HABÍAN PUESTO EN ALERTA. LEE...comencé a rezar a todos los dioses (ignorando si les caía mejor o peor) para que no le pasara nada a Lee.

—Aguanta porfavor—murmure.

Por suerte, Lucky estaba de servicio.
Solté mi silbido más convincente y en pocos minutos divisé en el cielo tres formas oscuras volando en círculos. Al principio parecían halcones, pero cuando bajaron un poco más distinguí las largas patas de los pegasos lanzadas al galope.

«Eh, jefes. —Blackjack aterrizó con un trotecillo, seguido de Porkpie y Lucky que trotó rápidamente hacia mi—. ¡Los dioses del viento por poco nos mandan a Pensilvania! ¡Menos mal que he dicho que estábamos con ustedes!» .

—Gracias por venir —le dijo Percy—. Por cierto, ¿por qué galopáis los pegasos mientras estáis volando?

Blackjack soltó un relincho. « ¿Y por qué los humanos balancean los brazos al andar? No lo sé, jefe. Te sale sin pensarlo. ¿Adónde?» .

—Hemos de llegar cuanto antes al puente de Williamsburg.—solté inmediatamente

Lucky negó con la cabeza.« ¡Y que lo diga, jefa! Lo hemos sobrevolado al venir para aquí y no tenía buena pinta. ¡Suba!» .

• • •

De camino hacia el puente se me fue formando un nudo en la boca del estómago. El Minotauro había sido uno de los primeros monstruos que había derrotado. Cuatro años atrás, había estado a punto de matar a mi madre en la colina Mestiza. Aún tenía pesadillas. Había confiado en que el Minotauro seguiría muerto unos cuantos siglos más, pero debería haber sabido que mi suerte no iba a durar tanto. Y ahora Lee estaba en peligro, y el Minotauro estaba con él.

Divisamos la batalla antes de tenerla lo bastante cerca como para identificar a los guerreros. Era plena madrugada ya, pero el puente resplandecía de luz. Había coches incendiados y arcos de fuego surcando el aire en ambas direcciones: las flechas incendiarias y las lanzas que arrojaban ambos bandos.
Cuando nos acercamos para hacer una pasada a poca altura, advertí que la cabaña de Apolo se batía en retirada. Corrían a parapetarse detrás de los coches para disparar a sus anchas desde allí; lanzaban flechas explosivas y arrojaban abrojos de afiladas púas a la carretera; levantaban barricadas donde podían, arrastrando a los conductores dormidos fuera de sus coches para que no quedaran expuestos al peligro. Pero el enemigo seguía avanzando pese a todo. Encabezaba la marcha una falange entera de dracaenae, con los escudos juntos y las puntas de las lanzas asomando en lo alto. De vez en cuando, alguna flecha se clavaba en un cuello o una pierna de reptil, o en la juntura de una armadura, y la desafortunada mujer-serpiente se desintegraba, pero la mayor parte de los dardos de Apolo se estrellaban contra aquel muro de escudos sin causar ningún daño. Detrás, avanzaba un centenar de monstruos.
Los perros del infierno se adelantaban a veces de un salto, rebasando su línea defensiva. La mayoría caían bajo las flechas, pero uno de ellos atrapó a un campista de Apolo y se lo llevó a rastras—¡No!

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora