CAPITULO TREINTA Y UNO

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Poseidon, tienes hijos
muy...peculiares

            RACHEL nos llevó hasta detrás de una cesta de lavandería , allí nos señaló el símbolo azul que era la marca de Dédalo

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            RACHEL nos llevó hasta detrás de una cesta de lavandería , allí nos señaló el símbolo azul que era la marca de Dédalo.

—Lleva mucho tiempo en desuso—observó Annabeth.

—Quizás sea por estar detrás de una cesta de lavandería—solté. Annabeth prefirió no decir nada, sabía que ya estaba acostumbrada a estos comentarios por mi parte.

   —Trate de abrirla una vez pero estaba oxidada—comentó Rachel.

  —No —se adelantó Annabeth —solo le hace falta el toque de un mestizo.

En efecto, en cuanto puso la mano encima, la marca adquirió un fulgor azul y la puerta metálica se abrió con un chirrido a una oscura escalera que descendía hacia las profundidades.

—¡Uau! —Rachel parecía tranquila, aunque yo no sabía si fingía. Se había puesto una raída camiseta del Museo de Arte Moderno y sus vaqueros de siempre, decorados con rotulador. Del bolsillo le sobresalía el cepillo de plástico azul. Llevaba el pelo rojo recogido en la nuca, todavía con algunas motas doradas. En la cara también le brillaban algunos restos de pintura—. Bueno... ¿pasáis vosotros delante?

—Tú eres la guía —replicó Annabeth con burlona educación—. Adelante.

Las escaleras descendían a un gran túnel de ladrillo. Estaba tan oscuro que no se veía nada a medio metro, pero Annabeth y yo nos habíamos aprovisionado con varias linternas y, en cuanto las encendimos, Rachel soltó un aullido.

Un esqueleto nos dedicaba una gran sonrisa. No era humano. Tenía una estatura descomunal, de al menos tres metros. Lo habían sujetado con cadenas por las muñecas y los tobillos de manera que trazaba una «X» gigantesca sobre el túnel. Pero lo que me provocó un escalofrío fue el oscuro agujero que se abría en el centro de la calavera: la cuenca de un solo ojo.

—Un cíclope —señaló Annabeth—. Es muy antiguo. Nadie... que conozcamos.

«No es Tyson», quería decir, aunque eso no me tranquilizó. Tenía la impresión de que lo habían puesto allí en señal de advertencia. No me apetecía tropezarme con lo que fuera capaz de matar a un cíclope adulto.

Rachel tragó saliva.

—¿Tenéis un amigo cíclope?

—Tyson —conteste—Nuestro hermano.

—¿Cómo?

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora