CAPÍTULO DIECISIETE

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Los dioses deciden por votación como matarnos

             COMO HIJA DE POSEIDON, no me recomendaban volar

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             COMO HIJA DE POSEIDON, no me recomendaban volar. Por lo que volar directamente al palacio de Zeus entre truenos y relámpagos era tentar a mi suerte. Mire a Percy, él también observaba el palacio del señor de los cielos algo asustado.

   —Lo nuestro es tentar nuestra suerte.

  Percy río —Cualquier día nos calcinan.

   Volamos en círculo sobre el centro de Manhattan, trazando una órbita alrededor del monte Olimpo. Yo sólo había estado allí una vez. Había subido en ascensor hasta la planta secreta número 600 del Empire State. Esta vez el Olimpo aún me deslumbró más.  En la penumbra del alba, las antorchas y hogueras hacían que los palacios construidos en la ladera reluciesen con veinte colores distintos, desde el rojo sangre hasta el índigo. Por lo visto, en el Olimpo nadie dormía nunca. Las tortuosas callejuelas se veían atestadas de semidioses, de espíritus de la naturaleza y diosecillos menores que iban y venían, unos caminando y otros conduciendo carros o llevados en sillas de mano por un par de cíclopes. El invierno no parecía existir allí. Percibí la fragancia de los jardines, inundados de jazmines, rosas y otras flores incluso más delicadas que no sabría nombrar. Desde muchas ventanas se derramaba el suave sonido de las liras y de las flautas de junco.

    En la cima de la montaña se levantaba el mayor palacio de todos: la resplandeciente morada de los dioses. Nuestros pegasos nos dejaron en el patio delantero, frente a unas enormes puertas de plata. Antes de que se me ocurriese llamar, las puertas se abrieron por sí solas.

   Buena suerte  me dijo Lucky.

  —Ajam. —No sabía por qué, pero tenía un presentimiento funesto. Nunca había visto a todos los dioses juntos. Sabía que cualquiera de ellos podía pulverizarme y que a varios les encantaría hacerlo. Por otro lado estaba el detalle de Apolo, me ponía nerviosa de sólo pensar que lo vería. Sacudi la cabeza e inspire hondo.

  Blackjack, Lucky y sus amigos salieron volando. Durante un minuto, Thalia, Annabeth, y  yo permanecimos inmóviles, mirando el palacio, tal como habíamos permanecido los tres frente a Westover Hall al principio de aquella aventura (parecía que hiciera un
millón de años).

     —Uh—rompí el silencio—, entremos y salgamos cuanto antes de aquí.

     —¿Nerviosa pececillo?

     —¡Cállate Grace!—espete con la cara ardiendome de la vergüenza.

     —Anda vamos—Percy me agarró del hombro.

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora