LIBRO I: LAS CRONICAS DE CAS JACKSON
¿QUÉ OCURRE SI UN DÍA DESCUBRES QUE ERES HIJA DE UN DIOS GRIEGO? Eso es lo que le sucede a los mellizos Percy y Cas Jackson, que a partir de ese momento comienzan a vivir una vida completamente distinta a la...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
POR UN LADO TENÍAMOS LO BUENO de que el túnel de la izquierda era todo recto, sin ramificaciones, giros ni recodos. Pero lo malo: era un callejón sin salida. Después de correr unos cien metros, tropezamos con un bloque de piedra enorme que nos cerraba el paso. A nuestras espaldas, resonaba el eco de algo que avanzaba por el túnel arrastrándose y jadeando ruidosamente. Un ser que no era humano, desde luego, y que nos seguía la pista.
—Tyson —dije—, ¿no podrías...?
—¡Sí! —Embistió la roca con el hombro tan brutalmente que el túnel entero tembló y empezó a caer polvo del techo.
—¡Date prisa! —urgió Grover—. ¡No tires el techo abajo, pero date prisa!
La roca cedió por fin con un horrible crujido. Tyson la hizo girar un poco y entramos corriendo en un espacio más angosto.
—¡Cerremos la entrada! —gritó Annabeth. Nos pusimos todos detrás de la roca y empujamos. La criatura que nos perseguía aulló de rabia cuando desplazamos el enorme bloque hasta colocarlo en su sitio, tapiando el túnel.
—Lo hemos atrapado —dijo Percy.
—O nos hemos atrapado a nosotros mismos —advirtió Grover.
Me volví. Nos encontrábamos en una cámara de cemento de dos metros cuadrados y la pared opuesta estaba cubierta de barrotes de hierro. Nos habíamos metido en una celda.
—Percy mira por dónde, Gabe acertó en que terminaríamos algún día entre rejas—solté.
• • •
—¿Qué demonios es esto? —dijo Annabeth, tirando de los barrotes. No se movieron ni un milímetro. A través de ellos, vimos una serie de celdas dispuestas en círculo alrededor de un patio oscuro: tres pisos de puertas con rejas y con pasarelas metálicas.
Por encima de nosotros, se oía un eco de sollozos que resonaba por todo el edificio. Y se captaba otro sonido: una voz áspera que refunfuñaba, aunque no entendí qué decía. Las palabras eran chirriantes, como guijarros revueltos en un cubo.