CAPITULO TREINTA Y OCHO

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Parientes con aletas

           AFRODITA camino por los pasillos del Olimpo con rapidez, en cuanto la noticia llegó a sus oídos supo quien estaba detrás de todo, aquello era más de lo que la propia diosa del amor se había esperado

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    AFRODITA camino por los pasillos del Olimpo con rapidez, en cuanto la noticia llegó a sus oídos supo quien estaba detrás de todo, aquello era más de lo que la propia diosa del amor se había esperado.

—¡Eros!

De todos los hijos que habían nacido fruto de su adulterio con Ares, Eros era el más cercano a ella, ambos disfrutaban de los amoríos entre mortales y divinidades, viendo corazones unirse y otros tomar caminos diferentes. Pero había veces en que Eros ignoraba la sensibilidad de los mortales, y jugaba con ellos como si fueran muñecos.

De casualidad había oído la conversación que Apolo y Poseidon habían mantenido hace unos minutos...¿Lee y Casiopea? No, eso no era posible. No eran el uno para el otro, en cambio...tenía que aclarar las cosas con su hijo cuanto antes. Lo peor de todo es que no podía decírselo a nadie, Cronos había despertado, y lo que menos necesitaban era más caos en el Olimpo.

—¡Eros!

—Madre—habló con calma—te veo angustiada, ¿que ocurre?

—Tú lo sabes bien. Casiopea, ella no está con quien debe estar.

Eros rio—Así que es eso.

—¡Pues claro que es eso! ¿A que estás jugando, Eros?–Estaba destrozada, Afrodita lo sabía, quizás aún no estaba forjado del todo, pero entre Apolo y la joven Casiopea se forjaría el vínculo más puro del último siglo,o quizás del último milenio.

Eros hizo un gesto de desdén con la mano—Detalles menores.

  —¿¡Como que detalles menores?!—entonces todo cobro sentido— aún estás resentido con Apolo...

Eros miró a Afrodita con sus ojos del color de la sangre, una mirada llena de rencor hacia el dios del Sol—Lamentó decirte madre, que nuestra enemistad no tiene fin.

  —¿Y por ello tienes que meter a dos pobres semidioses en medio?

—No son simples semidioses madre...el chico es su hijo, y ella...—una sonrisa pícara cruzo los labios del dios—, vamos madre, no eres la única divinidad del amor.

—¿Lo sabes?—musito.

—¿Que mejor manera de acabar con tu enemigo si le arrebatas lo que más quiere?—una risa breve se le escapó —...incluso antes de que él lo sepa, ¡es que me lo pone demasiado fácil!

• • •

Sabía yo que adelantarme al campamento no acabaría bien, claro que no. Pero no me iba a quedar en casa porque Percy hubiese quedado con Rachel, así que decidí que lo esperaría en el campamento, y todo iba tranquilamente (dentro de lo que cabía) hasta que me vinieron a buscar, y aquí estábamos, debajo del mar, en el palacio de Poseidon.

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora