CAPITULO VEINTICUATRO

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¿Enserio existe un dios de las puertas?¡Santo Zeus, pero si tiene dos caras!

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¿Enserio existe un dios de las puertas?
¡Santo Zeus, pero si tiene dos caras!

CREO QUE NO LLEVÁBAMOS NI TREINTA METROS, pero ya estábamos perdidos. El túnel era redondo como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojo y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros. Por curiosidad, enfoqué uno de aquellos ojos de buey con la linterna, pero no vi nada. Se abría a una oscuridad infinita. Creí oír voces al otro lado, pero tal vez fuese sólo el viento pero preferí no pensar en ello, el Laberinto me daba muy mal rollo. Annabeth hizo todo lo que pudo para guiarnos. Pensaba que debíamos pegarnos a la pared de la izquierda.—Si ponemos todo el rato la mano en el muro de la izquierda y lo seguimos —dijo—, deberíamos encontrar la salida haciendo el trayecto inverso.

Por desgracia, apenas lo hubo dicho la pared izquierda desapareció y, sin saber cómo, nos encontramos en medio de una cámara circular de la que salían ocho túneles.—Creo que la pared te escucho—dije.

—Hummm... ¿por dónde hemos venido? —preguntó Grover, nervioso.

—Sólo hay que dar la vuelta —respondió Annabeth.

Cada uno se volvió hacia un túnel distinto. Era absurdo. Ninguno de nosotros era capaz de decir por dónde se regresaba al campamento.

—Las paredes de la izquierda son malas —dijo Tyson—. ¿Ahora por dónde?

Con el haz de luz de su linterna, Annabeth barrió los arcos de los ocho túneles, a mi me parecían todos iguales pero a ella seguro que no.—Por allí —decidió.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté.

—Razonamiento deductivo.

—O sea... que has dicho de ir por ahí por decir algo.

—Vosotros seguidme —replicó ella.

El túnel que había elegido se estrechaba rápidamente. Los muros se volvieron de cemento gris y el techo se hizo tan bajo que enseguida tuvimos que avanzar encorvados. Tyson se vio obligado a arrastrarse. Lo único que se oía era la respiración agitada de Grover y tenerlo detrás mía me estaba poniendo de los nervios.

—No lo soporto más —murmuró éste—. ¿Ya hemos llegado?

—Llevamos aquí cinco minutos —le dijo Annabeth.

—Ha sido más tiempo —insistió Grover—. ¿Y por qué habría de estar Pan aquí abajo? ¡Esto es justo lo contrario de la naturaleza silvestre!

—Solo cállate y arrastra—le dije.

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora