CAPITULO VEINTIOCHO

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Bianca

   HABÍA OSCURECIDO ya cuando hicimos nuestra invocación ante un agujero de seis metros de largo, junto al depósito de la fosa séptica

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   HABÍA OSCURECIDO ya cuando hicimos nuestra invocación ante un agujero de seis metros de largo, junto al depósito de la fosa séptica. Era un depósito de color amarillo chillón y en un lado tenía una cara sonriente y unas letras rojas que decían: «FELICES VERTIDOS S. A.» No encajaba demasiado con el ambiente de una invocación a los muertos, la verdad. Había luna llena. Las nubes plateadas se deslizaban perezosamente por el cielo.

   —Minos ya debería estar aquí —dijo Nico, frunciendo el ceño—. Es noche cerrada.

   —O quizás no venga directamente.

   Él empezó a derramar cerveza de raíces y arrojó carne asada en el interior de la fosa; luego entonó un cántico en griego antiguo. Los grillos enmudecieron en el acto.

   —Dile que pare —me susurró Tyson. El grandullón se había escondido detrás de mi, cosa irónica teniendo en cuenta que me sacaba dos cabezas pero una parte de mí sentía lo mismo. Aquello era antinatural. El aire de la noche se había vuelto gélido y amenazador. Pero, antes de que pudiera decir nada, comparecieron los primeros espíritus. Surgió de la tierra una niebla sulfurosa y las sombras se espesaron y adoptaron formas humanas. Una silueta azul se deslizó hasta el borde de la fosa y se arrodilló para beber.

  —¡Detenlo! —exclamó Nico, interrumpiendo por un instante su cántico—. ¡Sólo Bianca puede beber!

  Saqué a Marea. A la vista del bronce celestial, los fantasmas se batieron en retirada con un silbido unánime. Pero ya era tarde para detener al primer espíritu, que había cobrado la forma de un hombre barbado con túnica blanca. Llevaba una diadema de oro en la frente; sus ojos, aunque estuvieran muertos, adquirían vida de pura malicia. No solté mi espada, al contrario, aún mente el agarre.

   —¡Minos! —dijo Nico—. ¿Qué estás haciendo?

   —Disculpadme, amo —respondió el fantasma, aunque no parecía muy apenado—. El sacrificio olía tan bien que no he podido resistirlo. —Se miró las manos y sonrió—. Es agradable poder verme a mí mismo de nuevo. Casi con formas sólidas...

   —¡Estás perturbando el ritual! —protestó Nico.

   Los espíritus de los muertos empezaron a cobrar un brillo de peligrosa intensidad y Nico se vio obligado a reanudar el cántico para mantenerlos a raya.

   —Sí, muy bien, amo —comentó Minos, divertido—. Seguid cantando. Yo sólo he venido a protegeros de estos mentirosos que os acabarían engañando. —Me miró como si fuese una especie de cucaracha—. Cas Jackson... vaya, vaya. Los hijos de Poseidón no han mejorado mucho a lo largo de los siglos, ¿no es cierto? ¿Ahora las mujeres también portan armas?

LAS CRÓNICAS DE CAS JACKSON (1)  ━ pjo (EN REVISIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora