Capítulo 18: Punta Arenas

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Lisa

Cuando desperté por la mañana con el sonido de mi alarma y la de Elsa, ya estábamos llegando a Punta Arenas.

Cuando vi la chaqueta cubriéndome, recordé de quien era y no pude evitar tirarla al suelo. No podía creer que el olor del carísimo perfume de Shaun me hubiera ayudado a dormir y tampoco podía creer que le había dado un beso en la mejilla.

No era bueno que Shaun fuera amble, pues eso me haría a mí aún más amable y no creía que él se lo mereciera.

Luego de que bañarnos y vestirnos, le dije a Elsa que debía hacer algo antes de que bajáramos del barco y salí de la habitación.

Caminé por los pasillos en dirección al cuarto de Shaun y cuando llegué, comencé a tocar la puerta frenéticamente.

Luego de unos minutos, la puerta se abrió y Shaun me quedó mirado fastidiado.

—¿Qué no puedes esperar un poco? —preguntó.

—No, tenía prisa —le entregué la chaqueta—. Toma y respecto a lo de anoche...

—¿Por qué huele cómo tú? —preguntó, oliendo la prenda.

—No huele como yo, huele como tú —debatí.

—Antes olía como yo... Ahora huele como tú —insistió.

—No, olía como tú anoche y lo hace hoy día.

Shaun enarcó una ceja y una sonrisa picarona se formó en su rostro.

—¿Dormiste con mi chaqueta?

—¡¿Qué?! —pregunté espantada—. No, que cosa más ridícula. Tengo ropa, no necesito tu chaqueta.

La sonrisa de Shaun se hizo más grande.

—Sí dormiste con ella, ¿por qué? ¿Te recordaba a mí?... espero que no hayas hecho otra cosa además de dormir —bromeó.

Yo lo miré ofendida.

—Jamás haría nada pensando en ti —aseguré—. Espero que tú tampoco hagas nada pensando en mí.

Shaun resopló.

—Nunca. Me gustan otra clase de mujeres.

Shaun estaba por cerrar la puerta, cuando yo se lo impedí, empujándola hacia dentro.

—¿Qué significa eso?

Volvió a enarcar una ceja.

—¿Te dolió saber que no eres mi tipo?

Yo solté una risa irónica.

—No, pero me interesa saber qué clase de mujer se supone que soy según tu —expliqué.

Shaun se apoyó en el marco de la puerta.

—La clase de mujer que no acepta una crítica sin ponerse a la defensiva.

—Ah, ¿sí? —pregunté, cruzándome de brazos y acercándome más a él—. Pues tú eres la clase de hombre que se cree la perfección encarnada... y todos los hombres están lejos de ser eso, más aún tú.

—Eres terca e insoportable.

—Tú un artista mediocre.

—Tú una pastelera básica.

—No has probado mis postres jamás.

—No tengo que hacerlo, deben ser tan desabridos como tú.

—Amargado.

—Descerebrada.

—Inestable.

—Irritante.

—Si no hay beso ahora, me mato —la voz de Kyle nos hizo voltear—. ¡Oh! —exclamó, golpeándose la frente con la palma de su mano—. Los interrumpí, ahora si no habrá beso.

¡Vamos a un Crucero!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora