Capítulo 11: Insultos

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Amanda Roy

Otro día más de trabajo.

Nunca en mi vida había tenido un horario tan explotador, pero, aun así, me gustaba lo que estaba haciendo.

La parte que más me gustaba era que no sólo tenía que pasearme por los restaurantes, sino que a veces me tocaba repartir tragos y comida en otros lugares como la piscina, el solárium, el casino o simplemente debía pasearme por toda la cubierta, por si la gente que estaba por ahí necesitaba algo de comer o beber.

En ese momento me encontraba en un lado de la cubierta, donde había varias personas sentadas en sillas reclinables plásticas tomando algo de sol mirando hacia mar o hacia la piscina.

Recientemente habíamos hecho una parada en Cabo Verde y la siguiente sería en tres días, en un estado de Brasil y un día después de eso, llegaríamos a Río de Janeiro, en donde el crucero estaría dos días.

Yo ya conocía Río de Janeiro, por lo que no me molestaba quedarme en el barco por esos días, así Lisa y Elsa podrían visitarlo y las tres habríamos conocido algo de Brasil.

Mis padres, hermanos y yo habíamos viajado a Brasil para la época del carnaval. Habíamos tenido unos muy buenos asientos en el aeródromo y aún podía recordar los increíbles carros alegóricos y magníficos trajes llenos de plumas y brillos.

La cultura latina era una de mis favoritas y había estado familiarizada con ella debido a mi exnovio, quien era hijo de mexicanos. Él había llegado al país cuando tenía diez, después de que su padre recibiera una buena oferta de trabajo y decidieran mudarse.

Todavía lo extrañaba demasiado y el hecho de que no hubiera llamado o enviado un mensaje ni una sola vez, me hacía sentir aún peor.

«Ya lo vas a superar», intenté animarme.

—Pelirrojita —oí que me llamó alguien.

Me volteé a ver quién era y me encontré con el chico de piel oscura del avión. Yo no había tenido mucho contacto con él, pero Lisa me había hablado sobre él y su amigo, el que no le agradaba mucho.

—Hola —lo saludé—, Kyle, ¿no?

Él asintió y me tendió la mano.

—¿Y tú eras...?

—Amanda —respondí—. Lisa había comentado que estabas por aquí con tu amigo.

—Así es... ¿sabes si hay mojitos?

—Claro, hay de todo, ¿te traigo uno?

—Tres, por favor —pidió con una sonrisa.

—No hay problema.

Estaba por ir al bar a buscar los tragos, cuando un hombre se interpuso en mi camino.

—¿Trabajas aquí?

Yo lo miré algo extrañada. Creía que el uniforme dejaba bastante en claro que yo no estaba ahí de turista.

—Sí, señor, ¿necesita algo?

Me mostró una copa con lo que parecía una piña colada a medio beber.

—Esta cosa está mal hecha. La piña está desabrida y tiene demasiado ron, ¿quién les enseña a hacer estos tragos? —preguntó con molestia y algo de agresividad.

—Lamento las molestias, señor...

—Pago una millonada por un servicio decente, lo mínimo es que la comida sea buena.

—Lo entiendo. Iré a buscarle otro, permítame llevarme ese...

Estaba por tomar la copa, cuando el señor la dio vuelta sobre mi cabeza, mojándome todo el cabello y parte del uniforme.

¡Vamos a un Crucero!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora