XLIII

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𝓖𝓸𝓸𝓭𝓫𝔂𝓮, 𝓜𝓮𝓵𝓲𝓸𝓭𝓪𝓼...

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– N-no hay duda... Los Diez Mandamientos vienen a hacerle frente a Meliodas... – Exclamé con notable nerviosismo mientras sentía el miedo recorrer cada fibra de mi ser.

En definitiva esto no podría salir bien, conocía el potencial de Meliodas, pero hasta para él esto era una tarea muy difícil. Aquel nudo en mi garganta empezaba a doler, sentía como si me desgarrara.

Meliodas parecía no inmutarse ante la presencia del resto de los Mandamientos, mucho menos ante ese azabache...

– Señor Meliodas... – La voz de Elizabeth tembló.

– Gil, mira. – Escuché la voz de Howzer y está denotaba sorpresa. – Es el maestro Dreyfus... – Observe con atención y ahí estaba, vestía su armadura roja, su ceño estaba ligeramente fruncido. Pero aquella marca negra en su ojo izquierdo destacaba.

– ¡Papá! – La pequeña mano del azabache apretó mi hombro.

– Fraudrin... – De solo decir el nombre de aquel demonio me hacía sentir la ira en todo mi cuerpo. Inconscientemente apreté la mano de King.

Ese maldito lo único que ha traído fueron tragedias. El bastardo ha usado como recipiente a Dreyfus todos estos años únicamente para encubrirse, hechizó a Hendrickson y lo obligó a comprar el cuerpo de Helbram para traerlo nuevamente a la vida. 

Ese maldito bastardo me lo quitó todo, mis recuerdos, mi orgullo de caballero, a mi mejor amigo, a mi hermano... y a mi padre. Quería llorar, no estaba segura si se trataba de la impotencia o del enojo que me invadía.

Pero la dulce caricia en mi mano me sacó de mis pensamientos y recuerdos. Había sido King, el cual me miraba preocupado. Le di una forzada sonrisa, pero su pulgar siguió acariciando mi mano para calmarme.

– ¡Maldición! Melascula, ¿por qué continúa con vida? – La voz de Ban llamó mi atención.

 ¿Por qué eso le sorprendía? Si el Mandamiento estuviese muerto entonces Elaine no seguiría con vida.

– Ban. – Llamó la rubia. – Te lo dije... yo todavía no... 

Toda esta situación me hacía sentir mareada aunque yo demostraba seriedad en el exterior. Tenía distintas emociones mezcladas y lo único que quería hacer era correr a socorrer a mi mejor amigo, al igual que a mi tío.

Pero no podía, no debía hacerlo.

– ¡Por favor! ¡Usa teletransportación para traer al señor Meliodas! – Ordenó con desesperación Elizabeth sacándome de mi burbuja emotiva.

– Eso no es posible. Para hacer eso tendría que estar en el mismo lugar que él y los Diez Mandamientos no permitirían que nadie escape. – Respondió con seriedad el hechicero.

Ante esa respuesta pude apreciar como la princesa apretaba con fuerza sus puños, se estaba conteniendo para no llorar.

– Elizabeth... – Murmuré sin apartar mi vista de ella.

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– ¿Qué sucede Eli? ¿Por qué lloras? – Preguntó una joven de cabello blanco como la nieve y de mirada penetrante color carmín.

– E-es que... – El pequeño labio de la tercera hija de Bartra tembló. – Meliodas dijo que regresaría... Pero ha tardado mucho. ¿Ya no le gusta jugar conmigo?

𝑴𝒆𝒎𝒐𝒓𝒊𝒆𝒔 [𝑲𝒊𝒏𝒈 𝒙 𝑹𝒆𝒂𝒅𝒆𝒓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora