➥ Es obvio que el amor es un tema complicado.
12 chicos que no saben nada de esto o han tenido malas experiencias comienzan a sentirlo. ¿Será todo color de rosa? No, eso es claro. Habra drama, oposiciones, inseguridades y mucho romance.
12 chicos...
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~Narra Percy~
—Todos quieren, todos quieren. Todos quieren ya ser gatos jazz—cantaba Ariel mientras yo lo tiraba de su mano para que caminara.
Rayos, ¿cuánto tomó?
—¿Qué estás cantando?—le pregunté. Él levantó la vista pero no pude verle la cara ya que el gorro de la sudadera le quedaba muy grande. Se veía chistoso.
—Es la canción de los Aristogatos. Una película de Dinay bastante antigua—se subió un poco el gorro y me miró.
—Nunca la he visto—prendí el auto.
—¡¿Nunca?! No tuviste infancia—dijo dramáticamente.
—Sube—le abrí la puerta, el entró pero se golpeó la cabeza.
—Au—se quejó suavemente, pero luego se largo a reír.
Yo le cerré la puerta corrí al asiento del conductor para subir rápidamente.
—Por Dios, ¿estás bien?—me acerqué a él. Seguía riendo como loco.
Lo tomé del mentón.
—Tranqui, tengo la cabeza dura—se tocó el craneo con los nudillos.
Le levante la capucha un poco para ver su frente, la tenía levemente colorada.
—Mira que eres, tienes rojo—le sobé suavemente.
—Es lindo cuando te preocupas por mí—me sonrió. Lo miré.
Al parecer el alcohol aumenta sus niveles de sinceridad.
Creo que me aprovecharé un poco de la situación.
—¿Soy lindo?—le pregunté. El me miró.
—Pff...obviamente, tienes el cabello precioso y unos ojos bastante cautivadores, pareces tener un cuerpo de dioses griegos, eres lindo y completamente guapo, también eres bueno y tierno como persona.
Me sonrojé y lo solté suavemente.
—¿Oh? Te sonrojaste—me picó la mejilla con su dedo índice.
Sí, definitivamente no me molestaba para nada esta faceta de Ari.
Era bastante juguetón.
—Ya tenemos que ir a tu casa, ¿dónde está?—el negó—¿No? No qué.
—Ofi está ahí, me va a matar al verme así, estoy muy ebrio—rió.
—Eso ya me di cuenta, ¿prefieres ir a mi departamento?—él me miró y luego apartó la mirada.
Él no se daba vuelta. Ahora parecía más él.
—Si no te molesta mi presencia en tu departamento—me sonrió ladinamente con un deje coqueto. Olvídenlo, sigue ebrio.
