Capítulo 23

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Nila parpadeó lentamente adaptando su vista a la luz que entraba por su ventana

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Nila parpadeó lentamente adaptando su vista a la luz que entraba por su ventana. 

«¿Ya amaneció? ¿Tan rápido?» Fue lo primero que se preguntó mientras se sentaba en su cama.

Su cuerpo se sentía pesado y sin ganas de mover un solo músculo, pero tenía responsabilidades, por lo cual, no podía quedarse echada y perder el tiempo.

—Demonios —susurró viendo que se había quedado dormida con el vestido que Sara le había conseguido para Halloween.

«Gran noche», pensó sarcásticamente antes de mirar la puerta de su habitación.

«¿Cambiarme o comida? Bueno ya dormí así, que son unos minutos más», se dijo abriendo la puerta de su cuarto y saliendo de él; sin embargo, al hacerlo un jadeo de sorpresa y miedo escapó de ella.

El lugar a su alrededor no era el camino a su cocina ¡No era su departamento y punto! 

Todo parecía desconocido para ella aunque a mismo tiempo se sintiera de una manera extrañamente familiar.

Las paredes de color humo, los muebles, las cortinas, la decoración, todo parecía sacado de una novela de la edad media o de una época similar.

—¡Corre, corre! 

Nila se giró hacia donde provenía el grito. Asomándose por la ventana vio a una chica castaña que estaba siendo sostenida por un guardia mientras miraba en dirección a un chico que en lugar de correr se puso de rodillas con las manos sobre la cabeza.

No podía escuchar lo que decían los guardias, pero en definitiva podía ver como golpeaban al hombre sin piedad alguna.

—¡Deténganse! —rogaba la chica a gritos— ¡Por favor, deténganse! —sin embargo, sus ruegos estaban siendo llevados a oídos sordos.

Incapaz de seguir viendo aquello Nila salió del cuarto donde se encontraba decidida a ayudarlos, aún si eso le costaba una golpiza.

Grande fue su sorpresa cuando al llegar al comedor se encontró con ambos como si llevarán tiempo aho en lugar de estar afuera.

—¿Están bien? —les preguntó, pero no recibió respuesta de ninguno.

La chica estaba atendiendo las heridas del pelinegro que aguantaba el dolor mientras ella lo curaba.

—No debiste meterte —le reclamó la castaña y su voz hizo eco en Nila que se acercó para ver su rostro; ya que, la espalda de chico obstruía su visión.

—Ellos iban a golpearme de cualquier manera. No se iban a quedar tranquilos después de haberlos insultado —le respondió el chico justo cuando Nila estuvo cerca de ambos.

«No. Demonios, no», pensó mirando de la castaña al pelinegro.

La chica que estaba curándole las heridas al chico era exactamente su copia, mientras que él... Él era la de Salvador.

Amor [Extra] OrdinarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora