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Sentado sobre el cemento mojado olía tierra húmeda. Recordó cuando era apenas un niño. ¿Siete años, acaso? Nada de eso importaba. Que era el pasado sino un preámbulo del presente? Pensó en Mich. Mich y su cabello de agua. Su mirada sin ojos. No podía quitársela de la cabeza. ¿y cómo podría? Un buen susto ya no era la mejor definición para las mariposas en su estómago. Pero si el amor... es una ilusión. Como todo esto. Es una mentira.

Pero no podía ser mentira. ¿Cómo entonces era que Mich estuvo en su sueño? Sintió la sangre subir a sus cachetes e intentó concentrarse. Budismo. Pero, ¿qué hacen los budistas en la mitad del zócalo de México? Miró a su alrededor. Caminó fuera de su lugar apartado. Tocó el pasto con sus pies. Con sus manos. Olió el aire sazonado con un poco de "om"'s.

Era como si su alma hablara un idioma especial. Uno que él no entendía y no quería entender.

Sintió elevarse. Sintió caer. Sintió un estado en medio. Una luz entró en su pecho rompiéndolo todo en pedazos aún más pequeños. La luz dejó su alma más destrozada de lo que nunca volverá a estar, después explotó e hizo volar los pedazos más alto que los árboles con los que Mani siempre soñaba. Se agarró el pecho con dolor, se tiró al piso en un desgarrador grito de indignación y de dolor. La herida que él sabía que había abierto y que había ido a cerrar se abrió como la falla de San Andrés.

Cuando llegó a su departamento Mich lo esperaba sentada en el piso viendo por la ventana las gotas que no caían de las nubes.

- No puedo dormir.

Dijo Mich antes de que Mani pudiera articular palabra y controlar la emoción que sentía en la boca del estómago. Así que Mani no respondió, se sentó a su lado.

- No puedo. Me da miedo no despertar.

- Pues...

- No. Déjame hablar, porfavor. Desde que te conocí mi vida es un relajo. Sé que el amor no existe, no del que hablan en las películas. No existe el amor, de ese por el que te casas. Lo sé. Siempre lo he sabido. Pero llegas tú. Tú y me mueves todo... y ya no sé qué creer y ahora sueño contigo y...

Los ojos del escritor estaban fijos en los de ella. Como en una película cursi. Como nada que él hubiera sentido antes, como nada en lo que él hubiera creído.

- No lo sé. por primera vez en mi vida. No. Lo. Sé. Y vuelvo a decir por primera vez en mi vida como tantas veces lo he hecho. Es que cada vez se siente así. Como si fuera la primera vez.

Un minuto de silencio. Dos. Tres.

- No sé que me está pasando. Me gustas, ¿sabes? Es estúpido decirlo. Tú te ves tan tranquilo. Ni siquiera crees en el amor, lo sé. Lo veo en tus ojos. Yo tampoco. Pero llegas tú...

Mani sintió un dolor punzocortante en su alma otra vez, pero ahora la luz no rompía nada, recorría lentamente su cuerpo etéreo como un pegamento cálido. El pegamento unió su alma y cuerpo y salió tan rápido como entró.

- Llego yo...

- Llegas tú.

Mich sonrió para sus adentros. Tan adentro que no pudo controlar los músculos faciales. Sonrió y miró al piso, avergonzada de no poder controlar su sonrisa y sus palabras. Como si nunca hubiera perdido el control.

Diario de una ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora