Su sonrisa era demasiado. No toleraba cómo se le ponían como gelatina las rodillas y su pulso se aceleraba. No podía entender cómo es que esa sonrisa- esa sonrisa floja, aguada, linda, de labios delgados, de hoyitos en las orillas- le hiciera los latidos como una metralleta. No quería entenderlo, no se quería "dejar llevar", se negaba, todos los días se veía al espejo sorprendiéndose con un reflejo de sí misma. Un reflejo culpable.
"Soñaste con él otra vez, tonta."
Se lavaba la cara y pisaba con fuerza como si eso cambiara algo. Con fuerza, pum, pum, pum, mientras entraba en su cuarto y se tiraba al piso a mirar por la ventana el cielo inalcanzable, infinito, imposiblemente hermoso, como la sonrisa de él. Y es que sólo tenía esa memoria por los sueños que remolineaban en su mente. Sólo había visto esa sonrisa con los dedos del corazón, sólo la había sentido por la tontería de los sueños.
Sueños. Sueños. Sueños.
"Tú. Tú. Tú. Tú. TÚ."
Sus gritos rasgaban el aire con loco frenesí.
"TÚ"
Ya estaba harta. Harta de soñar TODO. EL. TIEMPO. CON. ÉL. ¿Acaso era tan patética que no podía pensar en otra cosa, su mente no podía crear algo distinto? Solamente estaba esa sonrisa, relajada, tímida, fácil de llevar, fácil de entender, cómo si dijera todo con un estire y afloje de labios delgados y gruesos, pálidos, cálidos, fríos, largos, cortos. Solamente esa sonrisa en una cara que no se parecía nada al creador del sueño. Mani. Sólo estaban sus ojos, era lo único que realmente era suyo. Poco a poco, sin darse cuenta, Mich se estaba dejando seducir por el sueño de un Mani que sonreía y que tenía una mirada salvaje pero dulce. El Mani que soñaba y el que veía al despertar no podían ser el mismo. Mich se enamoró de los dos.
Se enamoró del hombre misterioso con saco violeta que caminaba con largos pasos fríos y calculados, de las manos que se movían libremente entre los espacios libres del viento, de las palabras que no decía, de sus ojos... los ojos de espejo tan obscuros que se podía ver a ella misma dentro de ellos, como si fuera ella la que viviera dentro de Mani. Odiaba ver su cara de niña tonta enamorada en el espejo de los ojos de aquel hombre, pero amaba sentir que de alguna manera ella estaba con él. Siempre. Se desquicio con las esporádicas risas y sonrisas que salían como música de sus labios y le hacían cosquillas en los oídos.
Se enamoró del hombre amorfo que era diferente en cada sueño. El hombre que hacía que los latidos del corazón se escurrieran al piso y se tropezara al querer correr detrás de él, mientras el Mani de los sueños se subía a las puntas más altas de los árboles y olía a tierra mientras se tomaba un café. Desde la punta de aquellos arboles desproporcionadamente altos, lastimosamente inalcanzables la miraban los ojos de espejo y le sonreían los labios innombrables. Aquel hombre que corría y era viento, mientras ella fluía y era agua azul con ojos salvajes. Por instantes mágicos sus dedos tocaban los de él y se creaban pequeños huracanes del agua caliente y el viento frío que eran juntos.
Lo que asustaba a Mich era que nunca había sido tan feliz. Nunca se había sentido tan libre, tan segura. No podía ser normal. No podía ser sano sentirse tan locamente enamorada. Y así, Mich perdió el brillo en los ojos, su mirada siguió siendo salvajemente inexplicable y su sonrisa volvió a ser falsa. Mich decidió dejar de ver a Mani. Se quedó solamente con el recuerdo de los sueños que la desquiciaban.
Cantaba entre los pasillos de las calles y del banco lo que sonaba como "l'amour, pas de moi". Evitaba a toda costa pasar por la Editorial Fernando y sólo se permitía dejar libre al Mani de sus recuerdos muy en la noche, cuando ya no podía controlar lo que pensaba y cuando pintaba. Los días- o noches- que pintaba desconectaba su cerebro, dejaba correr el pincel por las telas, por la pared, por las hojas, por su ropa, por su propio cuerpo con libertad y soltura como sólo lo podría hacer el mismo viento y el agua cuando hacen un huracán.
Pintaba en azul y amarillo. Pintaba el frío y el calor. Se pintaba a ella misma deshaciéndose en un río de lágrimas. Pintaba sus recuerdos de sueños pasados. Desde que dejó a Mani dejó de soñar. Fue una imposición de su cerebro directo al corazón para que dejara de torturarse. Recordaba- pasando la medianoche- cómo le veían esos ojos de espejo. Recordaba los latidos deshaciéndose al ritmo de la sonrisa autoritaria de su antiguo amante.
"¿Porqué te has deshecho de mí, Michelle Román Tizuela?"
"Porque te amaba demasiado, Immanuel sin apellidos ni raíces."
"Eso no es cierto. Si me amaras demasiado no hubieras podido alejarte de mí"
Lo decía tranquilo, como si discutieran si usar lápiz o carboncillo para hacer el plano de la figura humana demacrada por los años.
"No pude. Y nunca podré completamente. Estoy dentro de tus ojos de espejo para siempre."
Mich sonrió al recordar un sueño pasado.
"Dentro de tus ojos, y al servicio de tu sonrisa, para siempre; así como yo nunca podré dejar de ser parte de tu mundo porque tengo la tierra que cubre tus pies y te impide salir volando."
Mich recordó con una lágrima escurrida a Immanuel sonreírle mientras desaparecía convirtiéndose en un árbol grande, alto, inalcanzable y con olor a café.
"Si pudiera ser un personaje de tus cuentos, Ina, te pediría a gritos que me mataras ya." Y con esa frase cortante como hacha al árbol dejó su estudio con la pintura de unos ojos obscuros mirándola salir sin que ella le dedicara un segundo de su tiempo.
El escritor de saco elegante no llevaba bien las cosas últimamente. Quería dormir todo el tiempo buscando a Mich. La buscó en los recuerdos, la buscó en los sueños, la buscó en la Catarina que escapó al cuarto, en el café de siempre y en el de nunca, en las malteadas, en las hamburguesas, y en el campo en dónde corrieron en círculos todo un día. No la pudo encontrar. Era como si se hubiera desvanecido del planeta. No había rastros ni de las canciones sin terminar que regalaba al viento. Immanuel sin apellidos ni raíces no podía despertar.
ESTÁS LEYENDO
Diario de una ilusión
Science FictionMani ya no quiere estar dormido. Quiere confundir realidad y sueño y escribir sobre ello.