Inna se recargó en la pared al dejar escapar la última palabra entre sus dedos para completar el capítulo más perfecto que jamás hubiera escrito. ¿Qué pensarían Mani y Mich si supieran que Inna les iba forjando una historia en la que su voluntad no tenía importancia? Inna se sentía como un Dios, manejando a su capricho a sus personajes, haciéndolos caminar por los caminos más dolorosos o más bellos según su humor.
"La Luna dejó de perseguir al Sol"
Soy un genio, se dijo a sí mismo. Deberían darme el Premio Nobel aunque no terminara la novela.
"Ahora sí. Ahora pueden hacer lo que quieran. Mis personajes tienen voluntad a partir de hoy".
Inna se había dedicado a construir barreras en las vidas de ambos. La inseguridad de Mich, la falta de un pasado de Mani, la obsesión con los sueños de ambos, el amor que nunca habían podido vivir libremente. Ahora, con mucho trabajo, como un joyero fundiendo oro, había deshecho todas las barreras que construyó en el principio. Con mucho trabajo había construido un mundo para luego destruirlo.
Se recargó en sus hombros y se encorvó como siempre hacía al empezar a escribir. Con cada patita de araña dibujaba un mundo nuevo para ellos dos. Y es que desde que Mich le confesó su amor por él, él no se había permitido descansar hasta crear a alguien que fuera perfecto para ella. Su mejor amigo quería dejarle al hombre que él nunca hubiera podido ser, el hombre que ella merecía. Un hombre que poco a poco se dejara envolver y pudiera creer en el amor.
En un mundo alterno, Inna se había transformado en Mani. Había creado un mundo diferente, uno adecuado para el amor. Un mundo en el que sí pudieran existir los finales felices. Un mundo que no se pareciera en nada al suyo.
Sin querer había permitido que existieran estos nuevos personajes, sin querer había estado re-escribiendo la historia de dos enamorados en otra realidad. Sin que Inna lo supiera, lo único que él había hecho era liberarlos y permitirles existir. Sin que el novelista lo supiera una voz en su cabeza le dictaba la historia, y así, sin querer había recreado un mundo perdido.
"Mani abrió los ojos a un mundo nuevo. Estaba la Luna en el cielo, pero sin llorar su mirada serena, estaban las aves que intentaban llegar a la Luna comiendo arroces del piso (tan lejos del cielo), había un lugar en la esquina desde donde se colaba el olor a café amargo pero que al mismo tiempo era dulce, caían del cielo gotas de lluvia dosificadas y le lavaban los ojos de soñador. Entonces supo que la realidad y el sueño eran uno mismo, supo que las dos partes era un cacho de la infinita dualidad del Dios que conoció en los templos budistas y en la mirada serena de su mejor amigo, Oy Alep.
Ahí es cuando decidió abrir los ojos y empezó a sentir por los poros soñadores. Ahí es cuando al fin pudo aparecer en una fotografía, porque ya había decidido dónde estar, y ese lugar no era un espacio, era una persona. Con una gran sonrisa y con la misma mirada misteriosa al fin pudo ver a Mich con todos sus defectos y los amo como si fueran parte de Dios. La amo con la mirada y sintió los recuerdos arrebatados por su hermana regresar a su cabeza. Sintió dolor, nostalgia, amor, alegría, tristeza y melancolía. Se sintió completo por primera vez en su vida y se permitió creer en el amor porque no tenía otra opción. ¿Cómo podría negar su existencia si lo estaba viendo frente a sus ojos? Michelle Román Tizuela lo abrazó con fuerza. Immanuel Cafeamargo volvió a tener raíces, recuerdos y apellido, y empezó a vivir."
"Fin" escribió con letras pausadas, saboreándolas. Y sin que él lo supiera- como muchas cosas- la historia se siguió escribiendo sola entre los dedos de otros escritores, de otros artistas, y la historia nunca dejó de existir.
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Diario de una ilusión
Science FictionMani ya no quiere estar dormido. Quiere confundir realidad y sueño y escribir sobre ello.