Capítulo 02

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Los días siguientes se hicieron eternos para los prisioneros. Ájax, con libertad de movimientos, se dedicó a examinar el habitáculo en busca de alguna salida, pero la única forma de llegar al exterior residía en la puerta que albergaba la sala, la cual era imposible de abrir desde el lado interior. Pese a las circunstancias y sin haber conseguido recobrar la memoria, decidió mantener el buen ánimo y dedicó el tiempo en ojear las pinturas y grabados de las paredes con intención de entender a su posible enemigo. 

Raven en cambio mantuvo una actitud frustrada, recelosa y muy mezquina. Hablaba lo justo y necesario con aquel extraño. Sabía que la única baza a su favor era la del conocimiento, por ende lo atesoraba con firmeza para que el cazador cumpliera su palabra y lo llevara consigo en el hipotético caso de que surgiera la oportunidad de escapar de aquel lugar.

Dos veces al día la puerta se abría, lo que significaba que la hora de comer había llegado o que el cambio de palangana, donde hacían sus necesidades sin privacidad alguna entre ellos, se iba a llevar a cabo. Desde lo ocurrido con la muchacha, los únicos digimon a los que habían visto eran dos más pequeños, a los que Ájax bautizó como Conejos de Pascua, haciendo referencia a una antigua tradición que su abuelo le narraba de pequeño.

 Desde lo ocurrido con la muchacha, los únicos digimon a los que habían visto eran dos más pequeños, a los que Ájax bautizó como Conejos de Pascua, haciendo referencia a una antigua tradición que su abuelo le narraba de pequeño

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Nivel: Armor/Adulto

Atributo: Libre, Vacuna

De nombre Pucchiemon, ambas se identificaban con el género femenino, distinguiéndose tan solo por sus coloraciones: mientras que una era rosada, la otra lucía un color verdoso. Del tamaño de un niño, eran bípedas, con unas alargadas orejas acabadas en corazón, que recordaban a las de los conejos y en la espalda, unos apéndices en forma de lazo les daban un toque similar al de los querubines. Además iban ataviadas con unas botas, unos guantes y un pañuelo anudado al cuello, que por desgracia estaba oculto tras unos pesados grilletes.

Las conejas solían acudir en turnos rotatorios. Al mediodía portaban dos cuencos de barro que tenían por norma dejar a los pies de los humanos. Éstos habitualmente contenían pequeños trozos de verduras y alguna vez sorprendían a los prisioneros con algo parecido a una sopa. Durante sus visitas, la verdosa solía ir directa al grano dando una impresión seca, mientras que la rosada se mostraba más cercana, incluso cantaba si se encontraba de buen humor, algo que el cazador decidió utilizar a su favor.

—Aquí tenéis —dijo Pucchiemon, dejándoles la comida mientras entonaba una agradable melodía—. Comed.

—Cantas muy bien. —Se apresuró a decir Ájax para adularla, ignorando la comida—. Es una lástima que no podamos escucharte más a menudo.

El rubio de pega, que se encontraba comiendo como un animal, se atragantó al escucharle. Habitualmente tardaba sólo unos minutos en devorarlo todo, ansioso por llenar su estómago vacío, tanto que nunca había deparado en detalle alguno y aquel comportamiento llamó su atención.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora