Capítulo 27

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El ataque nocturno de los Algomon había supuesto un duro varapalo para el grupo. La falta de sueño, la pérdida de energías e incluso el extravío de una bolsa de alimentos se sumaban a las altas temperaturas diurnas y la ausencia de sombra, azotándoles como si una fuerza invisible quisiera detener su avance. Ante esa adversidad Ájax adoptó una filosofía taimada, paciente, y decidió tomarse con optimismo lo acontecido. Cabrearse o frustrarse no les ayudaría en nada, pero quizás una buena actitud les proporcionaría el golpe de suerte que tanto necesitaban.

Las tierras que estaban atravesando seguían siendo un arenal sin vida donde yacían los restos de la civilización antigua. Según el mapa de Centarumon, hasta hacía unos años había allí asentadas varias poblaciones humanas que cayeron fruto de los ataques digimon y las repercusiones inherentes a la guerra. El lanzamiento de misiles y bombas nucleares había devastado áreas enteras, ya fuera al explosionar, con su onda expansiva o por la radiación persistente desde su impacto y consiguiente estallido, provocando una extinción masiva de fauna y flora. Eso originó además las zonas áridas que estaban atravesando. Con todo ello, el grupo persistió en su avance sin pensar en momento alguno regresar sobre sus pasos.

Vegiemon, más calmado tras el encontronazo con lo salvaje, decidió ser más flexible y menos molesto para con sus captores. No quería estar allí y a la mínima oportunidad intentaría escapar, pero hasta entonces se había propuesto no ralentizar el trayecto y así conservar energías... No podía desaprovecharlas armando numeritos y cayéndose cada cinco minutos.

—¿Estás enfermo? ¿Te duele algo? —preguntó preocupada Pucchiemon, con una expresión de cansancio a causa de la mochila que llevaba a la espalda. Le pesaba demasiado—. No te he escuchado hablar durante horas, ni siquiera para pedir agua.

—Lo que estoy es asado bajo este calor —gruñó—. Pronto no hará falta ni que me cocinéis para comerme...

—Quizás sirvas para algo después de todo —bromeó el cazador.

La coneja, en su afán por ayudar, se detuvo para secarle el sudor de la cabeza a la planta insectívora y ofrecerle un poco de agua que con gustó aceptó. No quería que se desmayase.

—Gracias —dijo agradecido en un susurro Vegiemon.

Después de su victorioso combate tras conseguir su Digievolución Alterna, la actitud de Pucchiemon se había visto realzada, otorgándole así una mayor seguridad en sí misma. No estaba segura de si podría repetir lo ocurrido, pero al menos ahora creía en todo su potencial.

A causa del camino arenoso, que ardía al tacto, DokuMinomon se vio obligado a permanecer en el interior de la mochila de Ájax muy a su pesar. Estaba cansado de ser un Bebé, de depender de los demás y ansiaba con todas sus fuerzas recobrar su forma Infantil para valerse por sí mismo, y no era el único. Su chofer particular temía el momento en que tuvieran que vérselas con cualquier otro digimon y no tuvieran con qué hacerle frente.

—Tú también estás muy callado, monstruito. —Frunció el ceño al sentirse incómodo al preocuparse por un digimon—. Siento si anoche te hice sentir mal o algo, sólo fui pragmático con la situación.

—Y yo un inconsciente, así que no eres tú quien debe disculparse.

Visto desde fuera daba la impresión de que Ájax estaba hablándole a su mochila, o consigo mismo, y eso generaba una situación extraña por el camino que atravesaban: a los laterales había restos metálicos de estructuras, incluso había viejos tanques y fuselajes de aviones de guerra. Allí se había librado una batalla.

—Este paisaje tan bélico me recuerda al lugar de donde vengo. —Una sonrisa triste brotó en su rostro—. Dirigía un convoy generalmente compuesto por furgones y, rara vez, algún tanque. —Prosiguió—. Mis subordinados, Opal y Levi entre otros, eran las personas en las que yo más confiaba porque sabía que harían su trabajo a la perfección.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora