Capítulo 17

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La autoridad de Ponchomon era respetada por todos en Ciudad Firewall y el temor a defraudarle una dura carga que los habitantes de ésta tenían a sus espaldas. Por dicha razón, Vegiemon no dudó ni un instante en obedecer su mandato y abandonar la seguridad de las murallas para embarcarse en la búsqueda de Ájax, cuya cabeza debía traer consigo.

Después de abandonar la Jungla Tropical vagó de aquí para allá por tierras infértiles y destruidas, grises en su mayoría, y con tormentas de arena que lo sepultaban todo, teniendo que recurrir al hurto para poder sobrevivir a aquella pesadilla.

Lentamente el fuerte guerrero fue desapareciendo, involucionando para alargar su maltrecho tiempo en el Último Mundo. Había llegado a la conclusión de que sus días estaban contados... Sería mucha suerte volver a encontrarse con un rostro familiar que le salvase. No, esta vez debería apañárselas solo.

Con la cabeza marchita y los látigos arrastrando por el suelo, Vegiemon logró alcanzar las Montañas Panorama tras varias semanas de travesía en las que apenas había podido saciar su sed y su hambre. No conocía el terreno, ni sabía como regresar sobre sus pasos, así que desesperadamente decidió escalar la ladera en busca de un milagro que llegó cuando atisbó una estructura a lo lejos.

Al principió creyó que estaba alucinando, que la falta de alimentos le estaba nublando los sentidos, pero una voz le trajo esperanza.

—Que mal aspecto tienes, poncho. Parece que podrías morir aquí mismo.

—Ayuda... Por favor... —suplicó la planta insectívora antes de desfallecer, mientras los datos de su cuerpo fluctuaban.

El cactus le rescató y lo llevó a su ciudad, donde le dio cobijo y alimentó hasta hacerle recobrar la vitalidad. Realmente estuvo a punto de morir y así habría sido si Ponchomon no hubiera mostrado su hospitalidad, motivo por el cual Vegiemon decidió servirle ciegamente en agradecimiento.

—Gracias. —Asintió sin levantarse del colchón de hojas donde reposaba—. Te debo la vida.

—En absoluto. —El cactus negó con la cabeza—. Eres un digimon y no podía dejarte morir allí tirado, poncho. —Pausó—. La de calamidades que has tenido que sufrir por culpa de los humanos, por Yggdrasil.

Adaptarse a la vida en Ciudad Firewall le resultó complicado al principio, sobre todo por la presencia de los humanos, pero progresivamente se hizo un hueco entre sus habitantes y se ganó la confianza del líder, quien le nombró su mano derecha y le puso el título de Amo de los Esclavos.

Muy lejos estaba ya del digimon que una vez había sido y tan solo quedaba el recuerdo en su memoria de aquellos felices tiempos. Para él enterrar su pasado, al igual que sus sentimientos, fue la mejor opción para avanzar hacia el futuro, aunque eso acabara por convertirle en algo que le atormentaba todas las noches: un desalmado.

No estaba orgulloso por la forma en la que trataba a los humanos, como tampoco lo estaba por el trato que le daba a los de su especie al seguir las órdenes de Ponchomon, pero era demasiado tarde, ya no podía dar marcha atrás. El cactus le había doblegado, le había adoctrinado para que siguiera a raja tabla su visión de las cosas e ir contra su palabra sería traicionarle. ¿Cómo traicionar a su salvador? No podía. Tenía que llegar hasta el final.

Bajo el rostro de Ajatarmon, el Amo de los Esclavos descendió la peligrosa ladera de las Montañas Panorama, un día después de la fuga, siguiendo las órdenes recibidas y se enfrentó a los Baboongamon que se encontró por el camino, quienes opusieron resistencia. El cazador, que había recuperado sus destrezas en el combate y poseía un nivel superior, les derrotó con cierta facilidad y absorbió sus datos para fortalecerse.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora