Capítulo 11

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Cuando por fin lograron salir de la gruta y llegar a la ladera de la montaña, había amanecido. El sol brillaba intensamente sobre sus cabezas y se abría paso por la oscuridad que lo había teñido todo. A simple vista el terreno pedregoso y árido no suponía un problema, pero sabían que la amenaza campaba a sus anchas por esas tierras y debían tener cuidado.

Todo parecía despejado desde allí. Cantidad de antiguos postes y redes eléctricas del viejo mundo se divisaban desde la entrada de la gruta y solamente se escuchaba el sonido del viento. Aquello parecía un paraje sin vida en el que nadie en su sano juicio querría adentrarse.

—Deberíamos descansar. Quizás nosotros aguantemos el ritmo, pero ellas no. —Mateo señaló a las féminas del grupo—. No hemos dormido lo suficiente y sabe dios qué encontraremos en nuestro descenso.

—No quisiera parecer un lastre, pero yo al menos necesito echarme una cabezadita —admitió Kaoru con sensatez. Pese a los cristales, sus pulmones parecían haber reaccionado mal a los gases tóxicos, seguramente por haber estado tanto tiempo expuesta en el pasado.

—Y yo —secundó Pucchiemon con los pies ardiendo. No recordaba haber andado tanto en su vida y no podía dar un paso más.

Ájax analizó la situación en su cabeza. Tenía su cuchillo y su inteligencia, herramientas feroces pero insuficientes para que por sí solo pudiese alcanzar su objetivo. No, estaba obligado a seguir con el grupo y si algunos de sus miembros no estaban en pleno rendimiento, se convertirían en un lastre que podría significar su final.

—Está bien, descansaremos un rato. Kaoru, Pucchiemon y tú también KoDokugumon, dormid un poco —ordenó y luego miró al rudo—. Nosotros nos turnaremos para descansar. Yo me encargo del primer turno.

—De acuerdo. Retrocedamos unos cien metros y acampemos en la gruta; su oscuridad nos dará cobijo. —Asintió Mateo. Seguía afectado por la pérdida de Leighton, pero mantenía la cabeza en su sitio por el bien de todos—. Ájax, ¿tienes un momento?

—Sí.

Mientras los demás se alejaban para buscar el tramo más cómodo donde echarse a dormir, los jóvenes humanos se quedaron en la retaguardia. Ambos mostraban respeto el uno por el otro, más allá de las necesidades.

—Lo de antes... Tengo que estar seguro de que no te volverá a pasar —advirtió el rudo sin acritud alguna. Su expresión corporal delataba que estaba tranquilo y que sólo trataba de mirar por el bien general.

—Descuida, ha sido cosa de una vez. —El cazador trató de sonar convincente, pero ni él mismo sabía responder a esa pregunta con seguridad. Los gases habían tenido que ver en sus alucinaciones, pero lo que vio eran fragmentos de su memoria perdida que podían reaparecer en cualquier momento—. Tengo formación militar, estoy adiestrado para situaciones límite. No habrá una segunda vez.

—No sé qué tipo de persona eras antes, Ájax, pero no creo que ni tú mismo te reconozcas ahora. —Le dio unas palmadas en el brazo como si fueran amigos de toda la vida—. Voy a echarme un rato, despiértame en media hora, ¿vale?

El cazador chistó y se hizo el duro. Estaba acostumbrado a que la gente le tuviera miedo, a que le respetasen, no a que lo tratasen con simpatía o con confianza; eso era algo que tenía reservado tan sólo para una persona.

La imagen que estaba proyectando no le hacía sentir cómodo consigo mismo. Desde el orfanato se había esmerado en construir una muralla a su alrededor para ahuyentar a todo el mundo. Una parte de él, el día que murió su familia, decidió aferrarse a la creencia de que estaría mejor solo, cuando realmente sólo era un pretexto de su mente ante el miedo de volver a encariñarse y acabar sufriendo otra vez... Como le pasó finalmente con Daliah Iosefka, si sus recuerdos al respecto eran reales, cuando ésta murió. La echaba mucho de menos en estos momentos.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora