Epílogo

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La derrota de Dagomon trajo consigo una aclamada y necesitada época de calma. Los supervivientes de su aciaga oscuridad encontraron los unos en los otros, daba igual cual fuera su raza, un apoyo para afrontar las adversidades sucesivas a la denominada Cruzada Oscura; nombre que se otorgó a la campaña bélico-religiosa del Sacerdote Supremo. Con la Ciudad del Juguete como núcleo, lentamente la prosperidad fue en aumento.

Nada más enterarse de la noticia sobre la victoria contra el enemigo que los azotaba, y convencida por su comandante, QueenChessmon mandó al mismo con un batallón de PawnChessmon para rescatar a los héroes heridos y traerlos consigo al castillo. Allí recibieron la mejor atención médica y pudieron descansar tras la decisiva batalla. A vista de todos eran los salvadores del Último Mundo, aunque ellos no se vieran así.

—Gracias a vuestra labor el continente gozará de una oportunidad de redención —festejó la reina.

Pucchiemon fue la que más dificultades tuvo para regresar a la normalidad. Su proceso de adaptación, pese a contar con el apoyo de su hermana, estuvo ligado a unas perversas pesadillas que no dejaba de tener: en ellas veía una y otra vez a Ájax y HollyAnansemon siendo derrotados de las maneras más cruentas que nadie pudiera imaginar. Era la forma que tenía su subconsciente de recordarle lo mucho que les echaba de menos y lo dolorosa que fue su despedida, como así fueran las pérdidas de Centarumon o Jellymon igualmente. Semanas después, cuando supo encontrar la paz interior, terminó por abrirse a verdosa.

—¿Crees que podría haberlo evitado? —preguntó sentada en una cómoda butaca tapizada de un color granate—. Le prometí que le ayudaría.

—Y cumpliste tu palabra.

Su hermana se acercó a ella y la abrazó. Se encontraban en los aposentos que compartían en el castillo, justo a las puertas del balcón. Hacía un día soleado, de los que rara vez pudieron disfrutar en el pasado.

—Sé que te has estado formulando esa pregunta todos los días. —Le besó en la cabeza—. No. No pudiste haber hecho nada por evitarlo y, por lo que narrasteis de lo sucedido, siento que se fueron en paz.

—¿Por qué sólo ellos? -La coneja rosada sollozó.

—Porque cada uno tiene un cometido en esta vida. —Sin soltarla señaló el Digimental de la Bondad que reposaba sobre una chimenea—. Y el tuyo es uno distinto.

Pensar en ello reconfortó a Pucchiemon. Antes de morir Assaultmon le había encomendado seguir su legado y de haber quedado atrapada junto a sus amigos le habría fallado. Eso le proporcionó una meta y le devolvió la ilusión por vivir.

Por su parte BloomLordmon adoptó una posición protectora que creía harto olvidada. Látigo Feroz era una pieza más del puzzle abstracto que componía su vida, sin embargo las batallas en Ciudad Firewall e Innsmouth le habían recordado los pilares fundamentales que una vez rigieron sus decisiones y su brújula moral. El domador le había enseñado que no debía culpabilizar a la mayoría de humanos por los actos de unos pocos, jurando tras su despedida que lucharía por los intereses de ambas razas.

-Serías un buen comandante si decidieras quedarte aquí, en la Ciudad del Juguete. -BishopChessmon estaba convencido a intentar reclutarle-. Pasarán meses hasta que todo vuelva a la normalidad y tu ayuda sería idónea para prevenir conflictos.

—Ya hemos tenido esta discusión, cuántas, ¿siete veces? —Rió—. ¿Es que no piensas detenerte hasta que te diga que sí?

—Exacto.

Ambos se encontraban paseando por los jardines. Desde la llegada del buen tiempo estos habían florecido dando todo tipo de frutos comestibles, que los habitantes de la ciudad cosechaban a diario.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora