Capítulo 21

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Los habitantes supervivientes de Pueblo Sedal, más de los que cabía imaginar, abandonaron la seguridad de sus escondrijos cuando el peligro pasó aparentemente. Lo menos trece personas más habían logrado pasar inadvertidas, tres de ellos niños y, milagrosamente, un bebé. De inmediato William se hizo con el control de la situación para traer orden y garantizar la seguridad de todos.

—Reforzaremos tres casas, adyacentes, y dormiremos los primeros días ahí —ordenó a Albern—. Será más fácil defendernos y proteger a las mujeres y niños de esa manera.

—De acuerdo.

—En cuanto a vosotros. —Se giró hacia los forasteros—. Nos habéis ayudado a sobrevivir, incluso siendo una digimon como lo eres tú... Lo que quiero decir es que podéis quedaros cuanto tiempo necesitéis en agradecimiento, es lo menos que podemos hacer.

—Gracias. —Sonrió Pucchiemon.

—No será mucho en cualquier caso, pero sí el suficiente para echaros una mano —contesto Ájax—. Estoy seguro de que con mis conocimientos y vuestros recursos, estaréis más seguros.

Muchas estructuras estaban dañadas, puertas echadas al suelo o ventanas rotas con los cristales desperdigados por las arenosas calles. El asedio había causado estragos que tardarían al menos unas semanas en ser reparados en su totalidad, dejando una imagen desoladora y desgarrada a causa de las múltiples manchas de sangre.

Todos en el pueblo, incluidos los más pequeños, se pusieron manos a la obra para limpiar en un primer momento las calles, lo demás ya llegaría, incluso Puyoyomon se ofreció como voluntaria, ayudando a la coneja.

—Así me gusta. Hay que ser gentiles con aquellos que se lo merecen.

—Limpiar es aburrido. —Entrecerró los ojos con desdén mientras portaba un cubo de agua en sus tentáculos arrepentida—. Quiero ir a jugar al agua, estoy cansada...

—Apenas llevas aquí cuánto, ¿media hora? —Le reprochó Pucchiemon, que se encontraba frotando una fachada con un paño húmedo—. Aguanta un poquito más. Por mí.

—Qué aburrimiento. —Protestó una última vez.

En cuanto al cazador, no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con aquel Profundo. ¿Por qué le dejó vivir? Una sensación extraña le había invadido y no podía dejar de darle vueltas en silencio. Su aspecto físico no era idéntico al de las otras bestias, sino que era menos monstruoso, más humano, y algo en las facciones de su rostro le resultaba familiar, ¿pero qué? ¿Qué se le estaba escapando? Era la segunda vez que sus caminos se cruzaban, estaba seguro, y la sensación era la misma que en esa ocasión, pero, ¿cuál era el por qué de ese sentimiento?

Frustrado se encerró en el trabajo para no hablar con nadie, ni siquiera con la coneja, quien pronto se preocupó por el bienestar de su amigo al no poder hacer nada. Resultó que la carpintería no se le daba del todo mal y colocar las puertas en su sitio le mantuvo entretenido y evadido de la realidad durante unas horas.

—Si algún día necesitas ponerte a trabajar, ya sabes a qué dedicarte —bromeó el joven.

—Tienes mucha entereza, Albern. Algún día serás un gran líder.

—No aspiro a tanto, pero me siento orgulloso de mí mismo por la forma en que me comporté. —Se sonrojó al responder—. Estaríamos muertos de no ser por ello, lo tengo claro.

Ájax se quedó mirándole. En él veía un reflejo de su pasado, cuando aún conservaba algo de inocencia y buenas intenciones y, por primera vez en su vida, añoró esa versión de sí mismo.

—¿Has estudiado para tus exámenes? No te llevaré de nuevo conmigo a menos que apruebes. Tienes el potencial necesario. —Su amiga Daliah Iosefka se cruzó de brazos. Aquel día llevaba una atípica coleta y una blusa granate que le favorecía bastante.

Digimon: Rise Of DarknessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora