Muchos afirmaban conocer el infierno. Sin saber que sus experiencias no eran ni de lejos lo terribles que podían volverse si, por azares del destino, llegaban a cruzarse en el camino de ellos...
Aterradores.
Crueles.
Implacables.
Salvajes.
Gober...
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Me despierto con una resaca de campeonato.
Joder, nunca aprendo la lección.
No debería haber bebido tanto...
Dios, todo el cuerpo me pesa una tonelada.
Y lo peor es la vergüenza que siento por las cosas que hice. Y lo que le dije a Demon.
Maldita sea, suerte que se frenó a tiempo.
¿En qué narices estaba pensando?
Solo quería olvidarme por un momento de mis problemas y resulta que podría haber tenido uno peor. Tengo que agradecerle que tuviera el autocontrol que a mí me faltó, no querría que fuera así...
Ni de ninguna manera, no puede ser y punto.
Aunque me muera de ganas...
Me incorporo sobre el mullido colchón, todavía con un mareo de mil demonios sobreviniéndome, y me asomo a la única ventana que hay en mi habitación.
Me alivia comprobar que sigo vestida con mi ropa de ayer.
Desde aquí se ve el exterior del complejo y me quedo francamente impresionada ante su vasta extensión.
Es...sobrecogedor.
Y aun con todo lo grande que es, se me queda reducido apenas a unos metros cuando pienso en él.
Solo unas delgadas paredes nos separan ahora mismo y esa certeza hace que me tiemblen las piernas, especialmente al recordar nuestro momento íntimo de anoche.
Uno que podría haber ido a más si yo no lo hubiera fastidiado.
Como sea, la verdad es que estoy muy hambrienta. Pero me da vergüenza bajar...
Quizá sea mejor que espere un poco hasta sentirme mejor, lo último que quiero es vomitar.
Mi estómago parece pasar olímpicamente de eso porque cada vez lo noto más revuelto.
Hasta que me doy por vencida y salgo corriendo como una loca al pasillo, en busca de un baño. Lo necesito antes de que sea demasiado tarde.
Por suerte para mí, una mujer rubia de mediana edad se topa conmigo y decide apiadarse de mí, guiándome hasta el que hay en el piso superior.
Resulta ser muy amable y hasta me sujeta el pelo mientras lo echo todo.
Una vez me he lavado y limpiado bien me vuelvo hacia ella con gratitud.
Lleva el brazo izquierdo lleno de tatuajes, tiene algunos piercings en el rostro y me encanta su estilo.
— Muchísimas gracias por tu ayuda, en serio. Soy Olivia — me presento, tendiéndole la mano con algo de apuro.
