Muchos afirmaban conocer el infierno. Sin saber que sus experiencias no eran ni de lejos lo terribles que podían volverse si, por azares del destino, llegaban a cruzarse en el camino de ellos...
Aterradores.
Crueles.
Implacables.
Salvajes.
Gober...
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La reacción de Demon me deja con una sensación muy agridulce en el pecho. Si ya ha sido duro para mí oír el testimonio de Heron – más viendo su lamentable estado – sin derrumbarme, saber que todavía hay muchos más secretos a mi alrededor de los que no tengo ni idea me duele mucho más de lo que esperaba.
Y me duele porque, aunque no quiera reconocerlo, me gustaría que confiara en mí como yo he aprendido a confiar en él. Porque me ha demostrado que a pesar de lo fiero y desalmado que pueda parecer, él y su club son los hombres más leales que he conocido nunca.
A ellos les debo la vida. Porque me han tendido la mano y han salvado mi vida en incontables ocasiones. Y no tendrían por qué hacerlo.
Por eso y por mis sentimientos hacia el hombre malhumorado y gruñón que se ha convertido en el único hombre al que le he entregado todo, empiezo a plantearme muchas cosas que – de haber sido otras las circunstancias – jamás se me habrían pasado por la cabeza. La primera de ellas implica ser honesta conmigo misma y admitir que quiero ser parte de su vida, que confíe en mí y me cuente lo que lo atormenta para poder ayudarlo como él lo ha hecho conmigo.
Así que por eso, en cuanto la puerta se cierra tras su espalda con un fuerte chasquido, no me lo pienso a la hora de ir tras él.
— ¡Demon, espera! — lo llamo, tomándolo del brazo y obligándolo a girarse hacia mí.
Cuando me mira, me quedo paralizada.
Nunca he visto tanto descontrol en su mirada, tantas emociones...algo lo atormenta de una manera atroz.
— Ahora no, Olivia.
Ese tono tan serio... y que me llame por mi nombre de pila me desconciertan.
Estoy acostumbrada a sus apelativos subidos de tono y a sus insinuaciones descaradas, - cuando no estamos tirándonos los trastos a la cabeza claro - , que me resulta raro verlo tan... ¿humano? Sí, esa es la palabra.
Demon es un hombre muy joven que carga con responsabilidades de gigante a cuestas, que siempre debe mantenerse fuerte por su club, esa figura de autoridad a la que todos temen y respetan, que no puede permitirse flaquear. Y eso le ha hecho cerrarse en banda ante sus propios sentimientos. Todo eso me lo dicen sus ojos y es por esa razón que no soporta encararme ahora mismo.
Sonrío al pensar que el problema entre nosotros dos es que nos rompemos los esquemas y nos desconcertamos ante lo mucho que podemos conectar en las situaciones límite. Porque he aprendido a conocerlo en este breve pero intenso tiempo que hemos compartido juntos.
Y me sorprendo a mí misma pensando que...me gusta que así sea.
— Ahora, Demon. Ahora vamos a hablar de ti, de lo que te está pasando. No te lo calles, yo puedo ayudarte.
Al oírme, una risa amarga que no me gusta nada brota de su garganta con aspereza mientras me aparta de sí. Pero no lo dejo estar, ni siquiera cuando alcanza una botella y empieza a beber sin freno.
