Muchos afirmaban conocer el infierno. Sin saber que sus experiencias no eran ni de lejos lo terribles que podían volverse si, por azares del destino, llegaban a cruzarse en el camino de ellos...
Aterradores.
Crueles.
Implacables.
Salvajes.
Gober...
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¿Has sentido alguna vez un dolor tan fuerte que es como si tu corazón se desgarrara en millones de pedazos?
No es un dolor físico, es el peor de todos cuantos puede haber: emocional.
Así me estoy sintiendo yo ahora mismo.
Al principio, cuando los dos agentes de la última vez tocaron a mi puerta y me dieron la noticia, creí estar viviendo una pesadilla.
Me negué a creer que pudiera ser real, que algo tan horrible me estuviera sucediendo a mí.
Era imposible que mi hermano, la persona a la que más amo en esta vida y por la que daría todo, estuviera...
No, simplemente no.
Todavía me cuesta aceptarlo.
A pesar de que ha pasado casi una semana desde aquella terrible noticia que terminó de destrozar mi vida.
Y luego vino la peor parte...tuve que ir a reconocer su cuerpo.
Por un segundo, pensé que no podría con el dolor que me quemaba el pecho.
Estuve a punto de desmayarme de la impresión, a pesar de que estaba...bien. No tenía signos de violencia en el cuerpo. Solo marcas de aguja en su antebrazo derecho.
El forense dictaminó que había muerto por sobredosis.
Poco después de llegar a casa tras reconocer su cuerpo, me derrumbé como nunca antes en mi vida.
Y acabé teniendo una crisis tan fuerte que Nora tuvo que llamar a Ben y Darren, asustada al no saber cómo calmarme.
Estaba tan fuera de mí que tuvieron que sedarme.
Desde entonces me encerré en mi misma.
Dejé de ir al trabajo y, lógicamente, me despidieron.
Apenas como o duermo y me paseo por esta casa como un alma en pena.
En estas semanas todo lo que he hecho ha sido sacar las cosas de Vince – que me traje de su apartamento vacío – y sentarme sobre la cama a llorar mientras las ojeaba sin parar.
Ni siquiera Nora, con todos sus esfuerzos, ha sido capaz de sacarme de este pozo en el que me hallo sumida.
Mis amigos lo han intentado todo, pero no tengo fuerzas ni cabeza para pensar en mí.
Solo puedo pensar en todo lo que pasó.
Y después de la tristeza y el vacío, la ira y la sed de venganza están cobrando cada vez más fuerza en mi interior.
Todo se acumula en mi cerebro.
No quiero recordar el funeral.
Los pocos conocidos que tenemos dándonos el pésame y fingiendo una preocupación que claramente no sentían.
