MENSAJE NO VISTO

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Mazatlán apesta a "guano". El aroma industrial de las entrañas de pescado abunda. No hay rincón del puerto que quede exento de esta visceral fragancia. Es una ciudad gris, de habitantes apáticos, una monstruosa metrópolis "petit" donde la brisa marina compite con el ruido de motores, estéreos, grupos musicales y turistas hormigas que decidieron defecar su estrés en los hoteles con vista al mar.

Y aunque la ciudad transpire el sudor de la industria pesquera, restaría el hedor del café o la cebada para adormecer el olfato común, este puerto podría ser reconocido por su industria cafetalera o cervecera pero hoy ganaría el dulce fragor del 14 de Febrero.

Los amorosos respiran pasión, miles de personas se prepararon para celebrar el Día de San Valentín. Hasta los policías municipales tenían un motivo para sonreír porque su Presidente les autorizó un bono de mil pesos para ese día.

El policía Martín Caballero salió de su casa desde temprano, tomó el camión Cerritos Juárez para llegar a la comandancia a buena hora. En su teléfono celular teclea un kilométrico mensaje de amor a su pareja, a quien no despertó y se quedó en la cama:

Sabes que los días sin ti serán un vacío que ni Dios puede llenar.

La mente del joven policía solo tenía espacio para pensar cuál sería el regalo perfecto para su Valentín.

— ¿Una corbata? —no, muy piojoso —pensó.

— ¿Una botella de vino tinto del Oxxo? —no, exclamó con más fuerza.

— ¿Una esclava de oro? Sí —atinó a decir con el regalo.

— Con nuestras iniciales eme y erre, con un signo del infinito en medio.

Se levantó de su asiento para cederle el lugar a una mujer embarazada a quien observó con cuidado, las mujeres en cinta siempre le dieron curiosidad, desde que su hermana dio a luz a quintillizos. El camión bajó el ritmo de su marcha y se detuvo para que subiera más gente, en menos de un minuto siguió su curso. El chofer del autobús sonreía al son de Chalino Sánchez quien cantaba las Nieves de enero al coro de su hijo, el niño faltó a la escuela porque tenía empacho.

Martín soltó el celular un momento, recordó que no se despidió de su hijo por andar pensando en los regalos que debía comprar. —Después le llevaré un detalle en la patrulla, al cabo el Memón me hace el paro —comentó seguro de que lo haría. En el asiento delantero dos señoras conversaban de las nuevas vacantes en el Hostal La Burra Panda.

— Anímate Esther, ahorita que estás de vacaciones, ve a meter papeles pa'que te alejes de esa fea vida que llevas en Culishi —comentó una de las mujeres, quien esa mañana sudaba hasta por los codos.

— Cállate María que yo le soy fiel a mi patrón, sólo me muerta me sacarán de la Col Pop —mencionó la otra dama, parecía acostumbrada a la vida difícil de Sinaloa.

Atrás de Martín, un hombre leía el periódico Noroeste donde la nota principal exponía el número de muertos que dejó el pasado fin de semana y una nota de la comunidad artística de Mazatlán que protestó contra el nuevo director del Instituto de Cultura porque el presidente municipal impuso al candidato sin aparente experiencia.

Martín se levantó de su asiento y caminó hacia el final del camión donde hizo la parada al chofer, el vehículo se detiene en la esquina de calle Agustín Melgar mientras varias personas descendieron de la unidad.

Tuvo tiempo de sobra para comprarse en El Dengue un licuado de papaya, con All Bran y chocomilk. En la vida real no sucedería como en las películas, donde el personaje principal sentía un cosquilleo en la nuca que activó su sexto sentido, desenfundaba su arma matando al atacante. En este caso no fue así.

Martín sintió un terrible ardor en el estómago peor que una úlcera gástrica.

— Por maricón —lo sentenciaron de frente, al son de tres plomazos en el vientre.

El policía se arrodilló de dolor, sin soltar su licuado, mientras su verdugo apuntó el cañón del arma a la frente de Martín y todo se puso negro.

Ring, ring. Mensaje de Whatsapp

Papá, se te olvidó despedirte de mí.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora