AZAR O MALDICIÓN

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Una ventana de repeticiones,

a donde sea que vaya,

a donde sea que me encuentre,

su voz me perseguirá

como un perro hambriento...

El trayecto entre Mazatlán a Mochicahui demoró ocho horas, viajaron en auto por la carretera libre con la idea de que el criminal evitaría la video vigilancia de las casetas. Por fin aquel fantasma tenía forma, un cuerpo tibio que puede sangrar si le disparan porque pedir perdón no sería negociable —no habrá perdón —pensó el agente.

No era la primera vez que Walfredo y Tuna fingían ser marido y mujer, durante una intervención en Praga sacaron 20 millones de euros cosidos en un inmenso vestido de novia; en Pachuca decomisaron una tonelada de pastes llenos de marihuana que habían "comprado" como un matrimonio adicto y gustosos del Monchis; en Querétaro traicionaron a "El Arete" Arellano Félix a cambio de que "El Chapo" Guzmán tomara el control del Cartel de Sinaloa y la plaza de Tijuana con el apoyo de Ismael "El Mayo" Zambada. Entre ellos había una regla inquebrantable: ningún tipo de contacto sexual ni enamoramiento, quien rompa la norma saldría del grupo en una caja de madera.

Alarma del celular. Beep, beep, beep, beep. — Capitán, capitán, despierte —Tuna quería alivianar a su compañero.

— ¿Tú la viste Tuna?

— ¿A quién jefe?

— A la muchacha de la chamarra.

— No señor.

— Mmm olvídalo, soñar no es bueno.

Un amigo de Tamarindo, Raúl Quiroz, los contactó con un maestro de lengua Mayo Yoreme llamado Melitón Yocupicio Llanes, si existía una relación entre la muestra de tierra y el asesino quizá él lo sabría. La cita se concretó en un café cerca de la escuela primaria, el maestro llegó a las diez de la mañana con su guitarra a cuestas.

— Él es Tuna —advirtió Infierno a su compañera. —Intenta leer su mente —le recomendó.

— Negativo mi capitán, algo me lo impide —dijo la mujer sorprendida con la sensación que percibía en ese momento.

— No se preocupe joven —dijo Melitón a Tuna quien se supo descubierta — aquí la naturaleza abre y cierra puertas a capricho, díganme para qué soy bueno.

Maestro —tomó la palabra Walfredo para presentarse —investigamos la muerte de un hombre llamado Martín Caballero, tenemos la sospecha de que el responsable estuvo aquí. No tenemos fotografías de él, pero ya sabe que en los pueblos chicos se conocen todos los mitotes.

Con su mano izquierda el maestro Yocupicio se despojó de su sombrero, sacó de la mochila un paliacate rojo para limpiarse el sudor de la cara y empezó a hablar.

— Los mitotes son obra de la ignorancia y el pueblo no se dio la oportunidad de conocer a Martín.

— ¿Cómo? —interrumpió el detective — ¿Martín nació aquí?

— Sí —respondió el maestro —junto a su familia atendían este café.

Una descarga eléctrica recorrió la espina dorsal de Walfredo, alarmándolo como loco volteando a su alrededor queriendo pegar un brinco de su silla.

— No se levante detective —pidió Yocupicio —calma a Roldán. El joven ya no tiene familia aquí, ellos no amaban a su hijo tanto como lo presumían después de que supieron que era homosexual. Es cierto que las comunidades se rigen por reglas estrictas pero los dogmas fueron hechos para romperse. Algún día morirán los ancianos del pueblo y vendrán otros líderes con ideas quizá a favor del matrimonio igualitario.

— ¿Qué materia imparte en la escuela? Preguntó Tuna.

— Les enseño a los jóvenes el lenguaje Yoreme. Si espantamos a la gente también morirán nuestras tradiciones.

— ¿Tenía Martín enemigos aquí? —preguntó el detective.

— No que yo sepa, pero los borrachos siempre hablan de más en las cantinas, vayan a echarse un trago a mi salud.

— Maestro antes de que se vaya —dijo Tuna —¿Qué ve usted en mis ojos?

— Mucho frío mija, abríguese bien, bueno los dejo porque hay que sacar pa'la papa.

Tuna y Walfredo se quedaron sin palabras con la plática. Llegaron, sin querer, a lo que sería la base de su investigación, si alguien odió a Martín, si alguien aborrece a los homosexuales seguramente estaría en el pueblo. La dupla de agentes hizo caso a la recomendación del maestro, se metieron a un bar donde esa noche cantaba Alonso Casillas "El Choncho de la Sierra", no era un arrabal ni un cabaret, el aroma a cerveza y el humo de cigarro aflojó la tensión de los recién llegados.

— ¿Ya te cansaste de perseguir casos imposibles Tuna?

— La verdad no Capitán, no me veo moviendo las nalgas entre un tubo cromado, pero en este jale no me aburro.

— Sí lo mismo digo ejejejeje bueno no quiere decir que también voy a bailar pues sino que no me imagino detrás de un escritorio en engorda. Sabes Tuna, recuerdo mi primera misión en la Ciudad de México, íbamos contra unos narcomenudistas, quien era mi jefe tenía el dominio del terreno, hacía lo sucio, desaparecía la mierda incluso la Iglesia le encargó aquel caso del exorcismo, el que te platiqué en La Paz, bueno ya me desvié del tema. Los narcomenudistas fueron borrados del mapa por una muchacha que usaba palomas para traficar la droga ¿Puedes creerlo?

— ¡Ay Capitán! —exclamó Tuna —ya nada me sorprende con todo lo que hemos visto, quién imaginaría que un grupo de agentes secretos enfrentarían lo paranormal.

Al "Choncho" no le iba bien con su canto porque un borracho escandaloso no dejaba de gritarle a Petrita, la mesera — ¡Güera, güera si me muero quién te encuera! —eran los alaridos del briago cliente. Estaba sentado a un lado de los detectives mientras él regresó a su plática con el alcohol hasta las nubes, un amigo suyo quería seguir escuchando el relato del borracho.

— Jajajaja ya no alcancé a ponerle la peluca al pendejo llorón, me suplicó como la perra que era, jajaja yo digo que de los cinco pinches jotos él era el único que hablaba español. Los otros nomas chillaron y que "sana da bish" ejeje a mí se me hace que quería su sana, sana en la colita.

— Una ventana de repeticiones, —dijo Walfredo. —Lo tenemos Tuna.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora