PALOMAS Y GRANADAS

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Código Omega.

Palomas azules en los celulares del equipo.

Tomatito, Tamarindo y Tuna esperaron una hora afuera del museo a que su jefe diera la siguiente instrucción. El Capitán Infierno salió del museo con Julián a su lado. El niño miró fijamente a Tuna, aquellos ojos infantiles se transformaron en dos pequeñas flamas negras que flotaban en su rostro.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó la agente.

— Agatión —respondió una voz ronca de hombre mayor, mientras un hedor a azufre vaporoso inundó el pequeño espacio.

Los agentes notaron el cambio en el ambiente, hasta ese momento sabían a qué se enfrentaban, era vivir o condenarse, no había más opciones. El anillo de Roldán comenzó a brillar.

— ¿Todavía te duele detective? —volteó su cabeza hacia arriba viendo a Walfredo —a nosotros no nos engañas, no eres tan duro como presumes.

Walfredo no esperó que Agatión, uno de los demonios más temidos de la Legión de Lucifer, viniera a este plano astral. El siguiente movimiento sería decisivo pero quién moverá las fichas primero.

— Toma una decisión. El alma de tu hija o el niño. ¿A quién dejo ir?

— A mí tampoco me puedes engañar Agation —lo fustigó Rondán con la mirada —el alma de mi hija se la entregué a Amón, tú no posees el poder para reclamarla ni gobernar sobre ella.

El Demonio sabía que eso era cierto pero las palabras del agente no lo amedrentaron, era un señor de la oscuridad y siempre ganaba.

— Está bien, te concedo la razón pero me voy a quedar con el alma del niño. Nos hicimos buenos amigos cuando nos conocimos aquí en el museo, me llevó a su casa y me presentó a su familia. Nunca me gustó su papá Martín, era muy devoto a ya sabes quién. Le pregunté al niño si le gustaba ir a Misa y me dijo que no. Lo de su muerte fue en el momento, el niño no lo quería porque abusaba de él. Ay muchacho, todavía tienes sentimientos, ves, te dije que a mí no me podías engañar. Todo fue cuestión de esperar. Y me gané dos almas.

El Agente Infierno no gastaría su tiempo en practicarle un exorcismo a Julián. Las ollas del museo arqueológico, que contenían huesos de antiguos sacrificios a deidades paganas, eran un campo de energía que el demonio podría aprovechar a su favor. Agatión ganó desde un principio, los agentes sólo corrieron alrededor de pistas falsas y asesinatos a capricho del demonio.

— Humano —habló Agatión —ese encuentro que tuviste en la playa con Amón, fue inútil. Te salía más fácil mirar los videos que tienes de tu hija. ¿Para qué verla sufrir?

— Para recordarme que siempre seré su padre —aseguró el agente, con los pies bien firmes en la tierra.

Por primera vez, en toda esta historia, Roldán sacó de su empuñadura un revolver con la incrustación de dos palomas y una granada a base de diamantes. Lo entregó a Tuna. —ya sabes que hacer —fue su última orden ese día.

La mujer entró al museo con el niño, las puertas se cerraron detrás de ellos sin que nadie las empujara, jaló el gatillo y el anillo de oro no ardió más.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora