Julián tenía dos papás, Raúl Paredes y Martín Caballero. Los tres vivían en la misma casa, como una familia ordinaria. Los vecinos tenían buena impresión de ambos jóvenes, sabían que se comprometían con la educación del niño así como su crecimiento cultural. Habitaban en un fraccionamiento a las afueras de Mazatlán, en una zona turística llamada "Cerritos", nadie los molestaba, convivían con la comunidad de canadienses, ellos se sentían seguros porque uno de sus vecinos era policía. La paternidad les llegó como a muchas familias que no pueden tener hijos, alquilaron un vientre y a los nueve meses nació Julián. El paradero de la madre quedó a reserva de los padres, pactaron que no habría reclamos a futuro, por parte de ella, esto sumado a una paga de diez mil dólares.
— Tu papá es un desmadre Julián, sí ya sé mijo, no sabe dónde tiene la cabeza, nomás no la pierde porque tiene cuello, ahorita te deposito 200 pesos en la tarjeta de Saldazo para que lo saques en el Oxxo y le compras su regalo, sale pues bye. Ah pinche chamaco, Vero ya me voy a trabajar —Ese era Raúl, un hombre inquieto.
La pareja compartía la casa con Doña Vero, una modesta mujer que hacía de "ama de casa", "ogra", "cocinera" y "tapadera" de las travesuras de Julián.
— Sí señor Raúl, que le vaya bonito. Oiga y no se le olvide que las "Chachas" ya tenemos derecho a Infonavit, seguro social y aguinaldo eh, pa'que hagamos el contrato —comentó la mujer.
Todos los días era el mismo ensayo, Vero exigía derechos laborales a Raúl, este le recordaba que ella tenía un lugar en la familia, por lo tanto, podía hacer lo que quisiera.
— ¡AH! ¿Y el Netflix? ¿La suscripción que te compré de Herba Life y el catálogo de Victoria Secret que rolé por toda la oficina? ¿Eso no cuenta?
A Raúl sólo le faltó mencionar los Blue Ray que le compró de su serie favorita: La Rosa de Guadalupe. Tenía consentida a Doña Vero, nada le faltaba, ella quería mucho a la familia. La mujer era de un pueblo llamado Tacuichamona, llegó a Mazatlán muy joven buscando la suerte del espectáculo porque tenía una voz similar a Lola Beltrán. Pisó varios escenarios en centros nocturnos y bares, la conocían como "La Senda Gloriosa", aunque su fama la condujo por varios foros y círculos sociales, nunca despuntó porque no quería enredarse en las piernas de otros. A los 25 años sabía que ese mundo no sería el futuro ideal, prefirió abandonar el espectáculo y conoció a un joven contador público con quien se casó. El amor les duró casi treinta años, el cáncer se coló en la vida de ambos hasta que los separó un Día de la Primavera. Verónica Sánchez Trejo, que ya era Doña Vero, salió a flote de la depresión gracias a que una comadre le consiguió trabajo, primero como afanadora en la casa de una vecina. No hubo química entre ambas mujeres, la situación se tornó difícil porque conseguir otra oportunidad laboral era difícil. Esa misma vecina, había sido víctima de un robo, para su suerte, el policía que le ayudó a recuperar sus cosas era Martín Caballero. Con el tiempo, él le comentó a la vecina que necesitaba a una mujer de confianza que le ayudara con las labores del hogar, así llegó la Señora Vero a la casa de los Caballero Paredes o Paredes Caballero.
Raúl Paredes salió desarmado de su casa después de esa metralla que Doña Vero le atizó a quemarropa. Entre su casa, en el Fraccionamiento Cerritos y la oficina del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el Centro Histórico, había 35 minutos de distancia. Tenía la tarea de montar una exposición de la cultura Yoreme, por encargo del director, un hombre de estatura baja de Tlaxcala. Ese fin de semana, planeó viajar a Mochicaui para tomar fotografías y videos de algunas actividades hechas por habitantes yoremes. En su morral de pana traía el libro de poesía mixteca, Tierra Mojada, que su amiga Nadia López le regaló en la Feria del Libro de la UAS. El Centro Histórico de Mazatlán era un enjambre de calles grises y edificios tristes. Solo unos cuantos peatones hacían la diferencia, cargando globos y regalos por el Día del Amor y la Amistad.
Raúl iba con la calma del mundo en su auto, el estéreo dejó escuchar a Fey cantando Tu mi complemento, mi media naranja, y se le hizo cursi. Su teléfono tenía el vibrador en modo activo cuando llegó a la oficina en calle Sixto Osuna y Venustiano Carranza. Don Chepe, el viejo guardia, lo recibió con tremenda fumarola de cigarros Delicados sin filtro que no pudo contra el aroma de Hugo Boss que Raúl traía impreso hasta la médula.
— Felíz Día del Amor —dijo alegre Susana la secretaria. —Aquí tiene su regalito.
— Ah mira que bien, muchas gracias Susú no te hubieras molestado —contestó Raúl a su compañera de trabajo.
Raúl abrió rápidamente el regalo como un niño ansioso por descubrir un tesoro oculto. Era un libro de cocina que escribieron Fernando del Paso y su esposa. Susú lo consiguió con su amiga Laura Medina, la responsable de la librería "La Casa del Caracol".
— Ah pinche flaca sabrosa, mándale un ramo de rosas amarillas de mi parte, son sus favoritas —le ordenó a su compañera que tuviera ese detalle con la librera.
Paredes se instaló en su oficina para ordenar el papeleo sobre su escritorio. —Qué raro, este bato no me dejó el croquis de la exposición, voy a... —algo lo desconcertó.
— Jefe —Vero interrumpió a Raúl— mire lo que le mandaron.
Un mensajero del "Quette Late Cafetería" entró a la oficina cargando una canasta llena de regalos: jugo de naranja en un frasco de cristal, baguette mediterráneo a las finas hierbas con queso de cabra, jamón serrano, lechuga romana y aceitunas negras, una caja de chocolates Ferrero Rocher más cinco rosas cuyo aroma aun transpiraban el frescor del jardín donde se cortaron.
— Hermoso detalle de mi pechocho —pensó Raúl en silencio.
— Que guardadito se lo tenía eh —le dijo Susu con picardía.
— Ay Susu pero si ya conoces a Mario pues.
— Ya sé pero me emociona, ojalá así tuviera un hombre como él que me chiqueara tanto.
Raúl vio que la tarjeta de felicitación tenía un mensaje:
Para el ser que ilumina mis días, para el sol de mis mañanas. Te amo Mario.
No pudo evitar que varias lágrimas rodaran por sus mejillas cacarizas mientras su vista se detenía en el nombre de la tienda de regalos Sedúceme.
Agarró su teléfono celular, sin prestarle importancia a las llamadas perdidas, se metió al Facebook y buscó la página de la tienda. Susana tenía una dura pelea contra la envoltura de su regalo cuando contempló que el rostro de Raúl se quebró, soltó su teléfono celular y el aire apenas le alcanzó para respirar. La mujer corrió a auxiliar a su amigo que se perdía en el silencio del museo.
— ¡ME LO MATARON SUSSIE! ¡ME LO MATARON! —repetía Raúl, perdido en el limbo.
Su amiga no entendía lo que él decía hasta que miró el teléfono celular tirado en el piso, tenía la mica de la pantalla rota cuando lo levantó. No había pasado ni una hora cuando un morboso portal de noticias subió a Facebook la fotografía de un policía muerto a tiros el Día del Amor y la Amistad.
LE DAN SU VALENTÍN A CHOTA POR MARICÓN.
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Por la ciudad en alas de ángel
Mystery / ThrillerCrímenes de odio contra la Comunidad LGBTTTIQ, secuestros, asesinatos y rituales satánicos encierran la novela. Con un lenguaje soez sobre una historia cruda y políticamente incorrecta, el Detective Walfredo Roldán carga un pasado atroz, no le impo...