LAS REDES SOCIALES MATAN

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— No pasaría dos veces —Walfredo Roldán no cometería el mismo error, se lo debía a Raúl.

— ¡Soy un pendejo! —era tan grande su impotencia que no dejó rodar las lágrimas, las secó con su brazo.

Esta vez llegó rápido al Museo Arqueológico, el guardia se movió de su sitio. Cuando entró a la oficina se detuvo en seco. Un terrible retortijón en el estómago lo hizo arrodillarse en el suelo. —A buena hora me dan ganas de cagar —se lamentó.

A su derecha encontró el baño, apenas se sentó en la taza descargó su humanidad apestosa. Solo una pared de tabla roca dividía el área de sanitarios con la oficina de Raúl. El detective oía voces familiares, era Susú, la secretaria, y Julián que venían de la tienda. Mientras ellos conversaban sobre las vacaciones de Semana Santa el detective recibió un mensaje de Whatsapp, era Tomatito.

— Jefe, la cuenta de Kaiju se reactivó.

Palomas azules.

— Ya localicé la señal.

Palomas azules.

— La IP viene del Centro Histórico.

Palomas azules.

— Este cabrón va tras el chico —pensó Infierno.

— Jefe, museo arqueológico, ubicación exacta.

Palomas azules.

Sin importar que se llenara las manos de excremento, el detective se limpió el trasero velozmente, estaba a punto de salir del baño cuando lo frenó en el aire la voz de la secretaria.

— Agarraste mi computadora verdad Julián. Oye mijo por qué tu cuenta de Facebook se llama Kaiju.

La diarrea del detective se detuvo, tal como lo vaticinó Tarántula.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora