CAPITÁN INFIERNO

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ALGUIEN INTENTA TECLEAR SUS MEMORIAS

Vivir en México es jugar a la Ruleta Rusa Bizarra, porque el cargador siempre está lleno de municiones. El azar no existe en una sociedad surrealista, como la pirinola de una sola cara, donde todos ponen un rostro indiferente a las muertes que siembra la violencia, sobre el granero más grande del país llamado Sinaloa. Si tienes dinero compras seguridad, si eres Godinez participas en el Juego de la Oca inhábil de dados a cambio de balas, extorsiones, secuestros exprés y asesinatos...

Un dedo sin uña se posa sobre la tecla suprimir y el texto desaparece de la pantalla. Algo de lo escrito no convenció al Detective Walfredo Rondán.

— Qué caso tiene escribir este blog si a todo mundo le vale madre. A la raza nomas les gusta leer puras pendejadas, sería un hecho insólito leer más de cincuenta comentarios en la columna El Séptimo Día de Juan José Rodríguez.

A los 39 años hay hombres y mujeres que disfrutan su soltería. Los más, que son muchos en apariencia, se regocijan en el "Y vivieron felices por siempre".

Otros, como Walfredo, compraron un condominio en el purgatorio porque la renta en el infierno se le hacía muy cara. Aunque su verdadero apellido era Roldán, él estaba harto de que la gente nunca supiera pronunciarlo, les era indiferente cambiar la letra "L" por "N", así que, después de muchas discusiones y pleitos absurdos, prefirió cambiarse el apellido a Rondán. Walfre dejó de ser un tipo rudo años atrás. A sus casi cuatro décadas de vida, él podría asegurarle que visitó todos los países del mundo. Encaró a los matones, sicarios y torturadores de distintos clanes o sectas satánicas. Su especialidad era la extracción de almas en cuerpos puros. Tenía el conocimiento y la habilidad para realizar exorcismos, podía evitar que las Misas Negras se consumaran y salvar críos antes de ser dados en sacrificio al demonio. Él era un operador de HELL DOVES, el último y más joven que superó las pruebas de sus antecesores, a fin de obtener un lugar en el círculo selecto de "Operadores" que todavía servían a la Corona Británica, antes de que la Iglesia Católica perdiera el apoyo secreto de Bretaña. El error de Roldán o Rondán fue que se enamoró a los 30 años de una joven que rescató, que pudo ser víctima de un secuestro exprés pero los torturadores querían sacarle el corazón para entregárselo al líder de su secta. Una pista casi ilegible llevó al detective al paradero de la joven. Cuando esta fue raptada, ella conjuró un hechizo que deshilaba su alma como si fuera un cordel, sus captores no sabían que la chica tenía estos dones. Para Walfredo, resultó sencillo el haber captado la esencia de la joven, de nombre Minerva, pudo liberarla y los hombres que la tenían secuestrada fueron desollados, sus cadáveres aparecieron colgados de un puente peatonal. Ser agente de HELL DOVES tenía un precio alto: no comprometerse con nadie. El corazón podía interferir en el resultado de las operaciones. Cada agente juró con sangre este apartado. "¿Quieres ser operador? Déjala, entonces", fue la primera advertencia que Rondán recibió de su superior. Durante una misión en Managua, donde el agente seguía la pista de un grupo paramilitar que rendía culto al demonio Belfegor, se enteró que Minerva esperaba una hija suya, no dudó sobre su paternidad porque un lazo místico los unía. Los nueve meses de embarazo pasaron rápido, el agente no descuidó su trabajo ni levantó sospechas entre sus jefes. Así transcurrieron cinco años, Walfredo, su esposa e hija vivían en una pequeña casa en el poblado de Tacámbaro, Michoacán. Como agente de HELL DOVES podía moverse con libertad por todo el país. Pero durante una llamada telefónica algo alertó a las personas que estaban del otro lado de la línea, el agente no se percató que desde otra habitación su hija lo buscaba. ¿Dónde estás papá?, decía la pequeña Sofía. Y lo que comenzó con amor terminó con dolor. No hubo un convoy de agentes en cubierto, tampoco camiones o una tropa de paracaidistas que aterrizara sobre los cerros michoacanos. Sólo llegó a Tacámbaro un hombre que vestía una Guayabera blanca, viajó en camión desde Morelia hasta el pueblo donde demoró menos de treinta minutos para encontrar a su agente. La reacción de Walfredo no fue de terror o asombro, sólo sintió que le robaría a Dios dos almas y se las entregaría a Satanás, un cambio de moneda nada más.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora