EL INTERROGATORIO

1 0 0
                                    

Desde una pequeña bocina color azul se reproducía una canción, era la voz de Selena al son de "La Tecnocumbia", su ritmo musical Tex-Mex se pegó a las paredes de una oficina opaca, con escritorios metálicos, de los años setenta, del siglo 20, que apenas entre dos hombres podían mover. La burocracia cabía en ese pequeño espacio artificial de emociones, papeles amarillos y sellos que daban el pase oficial a la otra vida. Era la oficina del Servicio Médico Forense donde un agente, de apellido Cruz, cubría su guardia. Si la jornada era aburrida, se divertía tomando fotografías a los cadáveres, las subía a una red social de necrófilos y cobraba hasta quinientos pesos por sexo virtual. La página se llamaba "Only zombie", era una dedicatoria a los amantes del sexo fuera de lo ordinario, a quienes querían una aventura diferente pero sin ensuciarse. Todos los días, antes de iniciar su jornada laboral, Cruz revisa una lista donde se informa si la guardia anterior recibió cuerpos que irán a la fosa común, o en su defecto, que esperan ser reclamados por familiares. El cuerpo de Martín Caballero llegó en el turno vespertino, Cruz entró en el turno nocturno, su responsabilidad sería esperar a que los Médicos Forenses hicieran su trabajo, terminado esto él podría entregar el cuerpo a los agentes del servicio funerario para que la familia dispusiera de él. Faltaría media hora para realizar dicho trámite final, Cruz pensó que sería tiempo suficiente para tomarle unas fotografías al cuerpo del policía finado. Tenía su celular listo para iniciar la sesión cuando entró a la oficina un hombre alto, medía uno ochenta y cinco, su cara presumía una barba mal rasurada, con gotas de sangre resecas, producto de un rastrillo cuyas hojas metálicas quizá eran coronadas por lajas de óxido. La nariz no era aguileña ni boluda, tenía la impresión de que fue golpeada más de una vez. El pelo relamido hacia atrás, con una cola de caballo que caía sobre su espalda, atada con una liga color azul. El recién llegado se quedó parado en el marco de la puerta, con su mano izquierda le indicaría a Cruz que se hiciera a un lado, con la derecha sacó de su saco color gris un perfume de lavanda, lo rocío sobre su cuello y manos. El Capitán Infierno hacía su aparición.

— Vamos a hacer esto rápido para terminar con los trámites engorrosos —dijo el médico forense que vestía una cruda de tres días que no hacía juego con su bata blanca porque la interior la vomitó.

— Tenga más respeto con el cadáver —le recriminó molesto el agente.

— ¿Respeto? No escucho que se queje, oh perdón, ya está muerto —a Cruz le divertía burlarse de los muertos.

Dos manos toscas atraparon el cuello del galeno y lo apretaron con fuerza. El Capitán Infierno había demostrado en el pasado que su especialidad era la fuerza bruta, ahora era más calmado para torturar y cambió la fiereza por un lenguaje soez, eso lo animaba, destruir a la gente con las palabras.

— Vas a escuchar llorar a tu Puta Madre cuando la levante de su cama y la arrastre hasta acá sino haces tu trabajo profesionalmente. —lo amenazó el agente.

— ¿Y ahorcarme es ético? —le reclamó Cruz, apretando la quijada por la falta de aire.

— Sí porque vengo de Derechos Humanos y nadie se queja por estrangulamiento —una mentira piadosa del Capitán Infierno, a quien le gustaba presionar e impresionar a sus nuevos amigos.

El médico forense cayó al suelo desinflado. Después de recuperar el aliento, y amablemente pedirle al Capitán que se moviera un poco a la derecha para maniobrar el cuerpo sobre la mesa de valoración, empezó su faena. La habitación era tétrica, insípida, la única fuente de luz poderosa caía sobre la plancha de disección, lo demás eran tinieblas.

— A mí no me corresponde esta valoración pero la haré porque usted lo pidió muy amablemente. A continuación, pasaré a leer el reporte, grabadora encendida, fecha del 15 de febrero del 2019, Mazatlán, Sinaloa, a las 03:15 de la mañana. Nombre de la víctima, Martín Caballero, varón, edad 38 años, color de piel blanca, ojos cafés, estatura 1.75 metros, peso 98 kilogramos. Señas particulares, un lunar en la mejilla derecha, marca de nacimiento en el glúteo que parece una taza de café.

Por la ciudad en alas de ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora