Capítulo 18. Un maldito problema

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Alexander

La bese con urgencia, mientras los latidos de mi corazón eran cada vez más acelerados y pensé que el muy maldito iba a salirse de mi pecho en cualquier momento. No sabía lo que estaba haciendo, pero había sentido que comenzaba a perderla y aunque estaba aterrado con su confesión. No podía, ni quería, ni estaba dispuesto a dejarla ir. La levante de nuevo y ella enredo sus piernas en mis caderas. Hice camino hasta su habitación sin dejar de besarla, pero el sonido del timbre provoco que se apartara de mis labios, sin embargo nada acabaría con este momento, nada me haría separarme de ella.

—Es la pizza que pedí—dijo y por primera vez ella dejo un beso sobre mis labios que me voló la cabeza—debo pagarla, pobre si lo dejo ahí afuera—hizo un puchero y demonios no me contuve para morder su labio y la deje sobre sus pies a regañadientes—No voy a huir, no lo haré nunca más—afirmo y no pude evitar la sonrisa triunfal que adorno mis labios.

Tomo los billetes que se encontraban sobre el suelo y se apresuró hacia la puerta. Le dio las gracias con la amabilidad que la caracterizaba y luego escuche sus pasos acercarse. Dejo la caja sobre el desayunador y me sorprendió verla correr hacia mí, se lanzó a mis brazos, volví a cargarla sobre mis caderas y retome nuestro camino hacia su habitación.

—Me vuelve loco la sola idea de no tenerte—dije sin pensarlo mientras nos dejaba caer sobre la cama—Así que necesito aquí y ahora, hacerte mía—me miro con atención y pude ver como siempre el temor reflejado en sus ojos, sin embargo más allá, en lo más profundo de su mirada pude ver que me estaba concediendo su permiso.

—Si—afirmo con inocencia y no pude evitar la maliciosa sonrisa que adorno mi rostro.

Me tome mi tiempo en desnudarle, acaricie su cuerpo y me deleite con el sonido hechizante de los gemidos que escapaban de su garganta. Allison no tenía idea de lo loco que estaba por ella, del poder que tenía sobre mí. De que su cuerpo, su esencia, su olor eran mi maldita obsesión y delirio. No podía permitir que nadie más fuera dueño de su piel. Era y seria completamente mía.

Le quite las bragas, deje un beso sobre su coño y luego deslice mi lengua por encima de su raja. Me detuve un momento en su clítoris, lo acaricie suavemente con la punta de mi lengua y un grito escapo de su garganta. Coloco sus manos sobre mi pecho y las deslizo hasta llegar al dobladillo de mi suéter. Su toque era inexperto y saber que yo era al único que aquellas manos habían tocado de aquella manera provocaba que comenzara a perder la cordura.

—Déjame ayudarte—dije terminando de quitarme el suéter. Y tome sus manos nueva vez para pasarlas por mi abdomen y las detuve sobre el cierre de mi pantalón.

Hice camino dentro de este y apreté una de sus manos sobre mi firmeza. Sabía que tenía miedo, podía percibirlo por el temblor y el estremecimiento de todo su cuerpo, sin embargo le demostraría que no debía temer. Ella merecía ser tratada con la delicadeza de una flor. Allison era demasiado frágil y yo ya me había excedido muchas veces con ella, sin embargo este momento debía ser único y memorable para ella.

—Tengo miedo—admitió mientras yo me deshacía de la ropa que me quedaba puesta.

—No debes temer mi ángel—acaricie su rostro y mordí sus labios—Te hare subir al cielo y luego te arrastrare conmigo hasta el infierno—abrí sus piernas, me frote sobre su coño y la observe contener la respiración.

La guié hacia el centro de la cama y busque en el bolsillo de mi pantalón algún preservativo, pero por la prisa lo había olvidado. Solté un improperio y me maldije por haber sido tan descuidado, sin embargo no dejaría que eso arruinara este momento, no había manera de que dejara pasar esta oportunidad, ella era mía estaba a mi merced y yo la tomaría.

El oscuro deseo de Alexander (Libro #4 serie Oscura +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora