Allison
No podía negar que aquella mirada me había causado escalofríos y que de verdad me había intimidado, pero no me moví, ni siquiera pestañeé. Me quede en mi lugar mirándolo fijamente y sintiendo que el corazón estaba a punto de salirse del pecho. El rostro de Alexander era como un témpano de hielo y sus ojos no reflejaban nada, sabía que los hombres como él no tenía sentimientos, eran fríos, calculadores y manipuladores rayando en lo descarado, sin embargo, debía admitir que era hermoso.
—Estas invadiendo mi espacio personal — dije tratando de sonar indiferente como siempre. Lo observe apretar la mandíbula y aparto sus brazos del escritorio —Y si eso era todo, puedes retirarte—lleve la mirada a los documentos y escuche sus pasos alejarse. Esperaba que con esto quedara más que claro que lo quería fuera de mi vida.
Me levante camine hacia la puerta y le puse el seguro. Me lleve las manos al pecho y me deje caer sobre una de las sillas de visita. Mis manos temblaban como gelatina, porque Alexander me ponía los nervios de punta y con ello me sentía fuera de equilibrio, por eso trataba de evitarlo por todos los medios, él era de esos hombres a los que había que tenerles cuidado. Decidí asistir a la iglesia aquella tarde necesitaba centrarme y poner todo en mi cabeza nuevamente en orden, necesitaba recuperar el control.
El sonido de mi móvil me devolvió a la realidad y tome una larga respiración antes de tomar la llamada. Genave podría encontrar sumida en sus cosas, pero se daría cuenta de que algo estaba pasando. Nada podía ocultarle nada aquella mujer.
—Dime que Alexander paso a verte—fue lo primero que le escuche decir y aquello me fastidio, pero trate de mantenerme calmada.
—Gen, ya hablamos sobre esto. No puedo trabajar con Alexander y se lo deje bien claro hoy—la escuche resoplar y luego soltar un improperio.
—Pues tendrás que soportarlo por lo menos por esta noche, tenemos un nuevo cliente, no habla español y tu mucho menos italiano, así que acabo de llamar Alexander para pedirle que te acompañé—no podía creer que después de lo de hace un momento allá accedido acompañarme, aquel tipo era demasiado cambiante.
—Y te dijo que si ¿así nada más? —inquirí extrañada, aunque sabía que aquella era una pregunta estúpida.
—Pues sí, pasara por ti a tu apartamento a eso de las 7. Sabes que si no me sintiera tan cansada yo fuera la que asistiera, pero ahora mismo no tengo ánimos para nada más que dormir—la entendía, lo que no lograba entender era porque siempre tenía que estar involucrado Alexander.
—Bien—dije tajante y terminé con aquella llamada antes de que mi lado amable pasara a segundo plano.
Sabía que hiciera lo que hiciera aquel día no podría seguir trabajando, aunque tenía todavía otras dos entrevistas, sin embargo, sentía que no iba a ningún lado con estas. Al final si a Genave no le gustaba mi elección no tendría más remedio que dejar que ella lo decidiera y era más que evidente que tendría que seguir soportando Alexander Rizzo.
***
Recogí mis cosas aquella tarde y fui directo a la iglesia. Estaba cerca del edificio, la había descubierto unas semanas después de haberme mudado aquí y sentí que aquello era algo bueno, aunque mirando la hora me di cuenta de que solo podría estar unos pocos minutos. Me senté en uno de los bancos de atrás y me sentí tan desolada. Estuve acostumbrada a siempre estar con mis padres y rodeada de la gente que conocía, aquí simplemente estaba demasiado sola.
—Mi scusi signora—escuche decir y cuando levante la mirada me encontré con unos ojos azules que me miraban con atención.
—Lo siento, no hablo italiano—me apresure a decir, aunque fue imposible apartar la mirada de su rostro.
—Perdone usted—dijo de manera educada, pero con aquel acento italiano tan marcado y una sonrisa adorno su rostro. Tenía que admitir que era un hombre muy guapo, no entendía porque estos hombres tenían que ser tan guapos—Hace algunos días que no venía por aquí, pensé que algo le había pasado—escuchar aquello en otro lugar había sido perturbador, pero así eran las personas en este tipo de ambiente.
—Gracias—dije algo confusa—todo está bien, solo es el trabajo—admití.
—Perdone mi falta, me llamo Di angeló Marchena y pertenezco a esta congregación un placer conocerle—extendió la mano y yo hice lo mismo.
—Allison Dollister el gusto es mío—dije mientras estrechaba su mano y le regalaba una sonrisa. No sabía que tenían los italianos, pero todavía no me había encontrado con el primero que no fuese digno de admirar y el hombre frente a mi tenía el rostro de un ángel.
Salí de mi ensoñación y mire la hora en el teléfono, tenía que ir a prepararme, aunque me hubiese gustado extender un poco aquella charla con Di angeló, aunque algo me decía que esta no sería la última vez que lo vería.
—Lo lamento, pero debo irme—me disculpé y me puse de pie para dirigirme a la salida.
—La acompaño, si no es molestia claro—no desconfiaba de él, por una razón que se yo quizás divina me sentía cómoda con su presencia.
—Está bien—dije al fin—vivo aquí cerca—continúe y el me cedió el paso para que saliera primero.
Di angeló me dejo frente al edificio y se despidió dejando un beso sobre mi mejilla. No pude evitar sonrojarme, aquel gesto había sido minúsculo, pero se sintió demasiado bien, aunque sabía que debía mantener la guardia alta y no ilusionarme a la primera. Yo no era de las que besaban en la primera cita o de las que creían en el amor a primera vista. El amor era una decisión, algo que construyes con alguien y que solo el tiempo decidirá cuan solido puedo ser.
El móvil me vibro en las manos y era un mensaje de Genave " Recuerda a las 7" ponía y me apresure para prepararme, aunque solo de pensar que estaría con Alexander todo se volvía mucho más complicado.
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El oscuro deseo de Alexander (Libro #4 serie Oscura +21)
RomansaAllison Dollister había crecido en una familia demasiado creyente y conservadora. Sus padres la habían educado para que en el futuro fuese una mujer prudente y juiciosa. Dos cosas que estaba más que dispuesta a cumplir. Sin embargo antes de graduars...