Capítulo 9. Reclamarme

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Allison 

Cuando sentí su lengua en mi cuello, hice lo que debía hacer en aquel momento y salí huyendo de allí. La carcajada maléfica de Alexander me calo hasta los huesos y pude sentir todo la maldad que emanaba de él. Sabía que no iba a seguirme porque estaba demasiado ocupado siendo un sádico y le pedí de favor al portero que me llamara un taxi en cuanto estuve en el recibidor. Me había olvidado de los papeles, pero prefería decirle al señor Romano que los había perdido y pasar por negligente a volver a pisar aquel apartamento.

—Acaba de llegar el taxi señorita—me aviso con amabilidad el cuidador y yo le agradecí con una sonrisa que no llego a mis ojos.

Casi corrí a la salida y me subí aquel auto de manera apresurada, le indique al conductor el lugar a donde me dirigía y recargue la cabeza sobre el respaldo del asiento. Cerré los ojos por un momento y a mi mente llegaron las imágenes de aquellas mujeres encadenadas y podía sentir todavía el aliento de Alexander sobre cuello. Me estremecí, porque aquel hombre era el mismísimo demonio.

—Gracias—agradecí al taxista mientras se detenía frente a la iglesia y lleve la mirada al edificio frente a mí mientras tomaba una larga respiración.

Entre justo en el momento del sermón y me acomode en el banco de atrás. Trate de concentrarme y calmar el temblor de mis manos, mientras me empeñaba en olvidar lo que mis ojos habían visto en aquella habitación, cosa que me hizo sentir sucia. Unos bancos delante de mí estaba sentado Di Ángelo. No le había vuelto a ver desde aquel día y por cosas de la vida no habíamos intercambiado números de teléfono. Sabía que tenía que centrar mi atención en un hombre como él y como también intuía que no le era indiferente dejaría las cosas fluir entre nosotros.

Me entretuve un momento mirando mis pies en lo que Di Ángelo se acercaba. Al final de la celebración me había sentido reconfortada, aquella sensación de paz y tranquilidad se había instalado en mi pecho y así quería que permaneciera. Le regale una sonrisa en cuanto estuvo frente a mí y me saludo dándome dos besos. Todavía no me acostumbraba aquello, pero sabía que solo era cuestión de tiempo.

—Un placer verla por aquí señorita Dollister—dijo y la sonrisa que me regalo fue demasiado hermosa—La paz sea contigo—extendió su mano y aquello me encantaba. Su forma de actuar era a lo que estaba acostumbrada.

—Igual contigo—dije al fin—Es un gusto verte también—nos quedamos un momento en silencio y lo observe mirarme con atención.

— ¿Problemas en el trabajo?—era bueno saber que un hombre como Di Ángelo pensara de aquella manera. Que los únicos problemas que una mujer como yo podía tener eran laborales.

—Todavía no encuentro ayudante y eso me tiene realmente estresada —se quedó pensativo por un momento— ¿Qué?—pregunte curiosa— ¿tienes alguna solución? —continúe interrogante.

—No sé si sea un atrevimiento de mi parte, pero mi hermana Sol es abogada y la firma para la que trabajaba cerró sus puertas hace algunos meses. No sé si quieras entrevistarle es muy buena y no porque sea mi hermana y seria sin ningún compromiso, sino te gusta puedes rechazarla—quizás aquello era una revelación divina u algo así.

—Dile que vaya mañana a las 8:00 am—me apresure a decir y luego me quede en silencio pesando un momento mi siguiente pregunta— ¿puedes darme tú número? Así te paso la dirección —volvió a sonreír. Esa sonrisa que marcaba sus hoyuelos y me hizo sentir aturdida solo por un segundo.

—Por supuesto —afirmo y luego de intercambiar nuestros números Di Ángelo se ofreció para acompañarme a mi casa. Y no me negué, porque quería aferrarme a la posibilidad de tener un hombre como él.

El oscuro deseo de Alexander (Libro #4 serie Oscura +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora