Capítulo 1. Lejos de él

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Allison 

Asistí aquel domingo al último servicio con mis padres antes de marcharme a Italia. Esperaba no perder aquella conexión, no permitir que el día a día me apartara de mi realidad y esta era una de las cosas por las que sabía extrañaría Nueva York mi cercanía con mi congregación, la gente con la que había compartido desde que tengo uso de razón. El padre George se acercó a nosotros al final de la misa y me dio su bendición. Nunca antes había dicho adiós, me había pasado la vida apegada a este mundo y el cambio era algo que me asustaba, aunque no me dejaría intimidar por ello.

—Espero y encuentres una comunidad en la que te puedas congregar. No trabajes tanto pequeña Allison, recuerda hacer un equilibrio con todo—asentí con una triste sonrisa en el rostro.

—No puedo negarle que los extrañare, pero ya vendré por las fiestas y ustedes pueden ir a visitarme—nos estrechamos en un fuerte abrazo y había llegado el momento de regresar a casa para terminar de empacar.

Fue imposible no encontrarme con Eric a la salida de la iglesia y no pude evitar su mirada, ni tampoco que se acercara a nosotros. Trate de ignorarlo, pero mi madre me regalo aquella mirada reprobatoria y tuve que quedarme allí esperando que él se acercara a mí. Las cosas entre Eric y yo habían terminado por la paz, pero de todas formas seguía siendo incómodo, todo el mundo pensaba que nos íbamos a casar. Fue una gran sorpresa nuestra ruptura.

—Hola All—saludo con aquella amabilidad suya, yo trate de que mi sonrisa no se viera forzada—Me imagino que ya estas lista para tu nueva vida en Italia—Eric era de los que se apegaban a lo seguro y no salían de su zona de confort, creo que eso fue unas de las cosas por las que se terminó nuestra relación.

—Así es—dije con toda seguridad—ahora voy a casa a terminar de empacar, cuídate Eric ten una buena vida—le desee y sabía que había sido más que cortante, pero debía poner fin aquella conversación.

Me subí al auto y le regalé una mirada severa a mi madre. Y deseaba abordar el avión en aquel mismo momento, para por fin respirar con algo de libertad.

***

6 meses después

La revelación del sexo del bebe de Genave y Leonardo fue todo un acontecimiento y tuve que soportar la presencia de Alexander en dicho evento. Ver su rostro era el recordatorio de saber cómo me despreciaba simplemente por tener unos kilos de más, bueno muchos de más para ser sinceros, pero el punto es que ni siquiera tuvo reparo en decírmelo cuando trabajamos juntos en Nueva York y trataría por todos los medios de mantenerme alejada de él. Aunque dudaba que nuestros mundos alguna vez se juntaran.

—Déjame ayudarte, te ves cansada—le sugerí a Genave, pero ella casi me saco empujada de su casa.

—El servicio se encarga mañana, además necesito que descanses y estés bien despierta para la búsqueda de sustituto por lo de mi licencia de maternidad—recordar aquello me estresaba, si hubiese estado en Nueva York quizás la situación no me preocupara tanto, pero aquí el sistema era diferente y la gente por igual—aunque te puedes evitar todo aquello y dejar que Alexander te ayude—respire profundo.

—Por respeto a nuestra amistad y a lo mucho que te aprecio es mejor que me vaya a casa—sé que no pudo evitar aquella sonrisa y dándole un abrazo me despedí de ella.

Metí las manos en los bolsillos del abrigo pues la noche comenzaba a refrescar y me lleve las manos al pecho cuando escuche aquella voz detrás de mí.

—Las calles de Italia son peligrosas de noche y a esta hora el transporte es difícil, deja que te lleve a casa —salió de la oscuridad y tuve que apartar mis ojos de él porque me sentí perturbada. Eso era lo que causaba en mí su sola presencia.

Alexander era imponente, varonil, egocéntrico y su presencia la mayoría del tiempo daba miedo. Desde que escuche aquella conversación en la que ponía por el suelo mi apariencia y personalidad, él había buscado la forma de disculparse, tenía la certeza de que solo lo hacía para mantener su imagen frente a los Lombardi y no por gusto propio a mí los hombres como él no me engañaban.

—Puedo pedir un taxi—refute y él dio un paso más hacia mí.

—No seas estúpida, me estoy ofreciendo de forma amable no es que tenga el deber de hacerlo—respire profundo y conté hasta cinco. Mire la hora en mi reloj y marcaba las 12:30 am era probable que tuviera razón con lo del transporte.

—Está bien—dije al fin y sabía que serían una tortura aquellos minutos encerrada con él.

Me abrió la puerta del pasajero como todo un caballero y yo me subí al vehículo sin siquiera mirarlo. Le indiqué el sitio a donde me dirigía y él trazo la ruta en su GPS solté un bostezo porque en aquel momento el cansancio de todo el día me golpeo con fuerza y enfoque la mirada en el camino; el silencio que nos envolvió en aquel momento fue incómodo.

—Oye Allison—dijo llamando mi atención—quiero de verdad disculparme por lo que paso en Nueva York, fue poco ético y profesional de mi parte, espero que puedas disculparme—aparte los ojos del camino y fije la mirada sobre él solo por un instante.

—No hay problema, estoy acostumbrada ha ese tipo de comentarios así que solo olvídalo —me atrapo mirándolo, pero en este momento no hice como siempre hacia, no aparte la mirada. Esta vez fue él quien tuvo que apartarla, aunque cabe destacar que iba conduciendo.

—Te invito un trago entonces para hacer las paces de manera oficial—era más que evidente que aquel hombre no me conocía.

—Gracias, pero no bebo—doblo en la siguiente esquina y agradecí que ya estuviéramos cerca.

—¿Por algo en específico? —pregunto con interés.

—Por mis creencias—dije mientras él se detenía frente a mi edificio.

—Interesante—comento con una sonrisa en sus labios que no comprendí en aquel momento.

Me baje del auto y me apresure a entrar. Él se quedó a esperar que entrara y comenzaba a confundirme con tanta amabilidad de su parte. Me perdí en el interior y saludé a Bruno el encargado aquella noche. Me deprimía subir aquel ascensor y darme cuenta de que me encontraba completamente sola, pero debía acostumbrarme al hecho de que Genave ya no estaba aquí.

No encendí las luces cuando entre, solo me dejé caer sobre el sillón y me perdí en la vista panorámica de la ciudad que me regalaban aquellos ventanales. Y pensé en Alexander y en aquella maldita sonrisa suya y en que debía por todos los medios posibles mantenerme alejada de él, porque no podía permitir que traspasará mis defensas.

El oscuro deseo de Alexander (Libro #4 serie Oscura +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora