51. La furia española

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DAMIANO

Muchas veces luchamos por conseguir la vida perfecta, queremos tener todos los aspectos de nuestra vida bajo control, para poder sentirnos tranquilos. Para poder sentir que todo nos va bien y así estar en paz con nosotros mismos.

Muchas veces las cosas buenas llegan a nuestras vidas cuando menos lo esperamos, y ahí está la magia y la emoción de la vida, pero en otros aspectos tenemos que dedicar más esfuerzo y trabajo para poder conseguirlo.

Se podría decir que después de mucho tiempo, estaba feliz. Tenía todo lo que soñaba con tener. Me iba genial en el trabajo, por mucho que siempre hubiera soñado con alcanzar aquella fama, nunca habría imaginado que se haría realidad. Tenía la suerte de tener a mi familia y a mis amigos a mi lado, y por si fuera poco había aparecido ella.

Cuando menos lo esperamos aparece en nuestras vidas esa persona, esa persona que rompe todos tus esquemas y rompe completamente tu forma de verlo todo. Esa persona que alimenta tu locura y te hace ser capaz de hacer cualquier cosa por ella. Esa persona era Lena.

Aunque no lo aparente o no lo parezca, en el interior suelo ser una persona cariñosa y protectora con los míos, pero cuando la miraba a sus profundos ojos verdes con ella cambiaba todo. Por ella hacía lo que fuera con tal de seguir viendo aquella sonrisa inocente.

Lo mejor de todo, era que, a pesar de no tener etiquetas, disfrutábamos al máximo sin ningún tipo de preocupación. Ambos sabíamos que solo el tiempo y el destino, serían los responsables de llevarnos a nuestro lugar, así que dejarnos llevar siempre es la mejor opción. Que pase lo que tenga que pasar.

Terminé de ducharme y me enrollé una toalla alrededor de la cintura. Fui a avisar a Lena de que ya podía ducharse ella y bajé las escaleras con cuidado, ya que estaba mojado y el agua que se acumulaba en mi pelo iba bajando suavemente por mi cuerpo humedeciéndolo todo.

— Ya tienes el baño libre nena. — dije entrando en la cocina cuando la vi sentada en una silla, apoyada con sus brazos en la isla central de la cocina. Tenía la vista perdida a través del ventanal del jardín y estaba sujetando tu móvil contra su pecho.

Ella se sobresaltó un poco al escuchar mi voz y rápidamente volvió en sí misma.

— Perfecto, voy a arreglarme. — añadió con una sonrisa al ver cómo me acercaba a ella. — Estás empapado. — dijo inocentemente apoyando su mano en mi torso desnudo.

Me hacía gracia como la mayoría de las veces conseguía excitarme, aunque sus comentarios inocentes no fuesen con esa intención. Le dediqué una sonrisa torcida, pase mi lengua por la comisura de mis labios y choque nuestros labios fundiéndonos en un húmedo beso, fruto del agua que resbalaba por mi piel.

Se separó suavemente de mí y después de darle un azote cariñoso en el trasero, ambos volvimos a subir para continuar arreglándonos.

Comencé a vestirme como de costumbre, con una camisa blanca, con sus primeros botones desabrochados, pantalones negros ajustados y mis zapatos de gala negros. Esta vez cogí una americana por si el frío nos hacía una visita esa noche.

Terminé poniéndome mi cinturón y mientras me lo colocaba mirándome en el espejo, vi necesario engominarme un poco el pelo, siempre me gusta innovar, pero a pesar de ello le dejé mi rollo despeinado.

Como toque final, no podía faltar la joyería. Coloque una cadena dorada en mi cuello, acompañada de otra con una cruz, y mis anillos, los cuales eran un total de seis aproximadamente. Me atrevería a decir incluso, que había veces que llevaba yo, más anillos que Lena. Pero por alguna situación que habíamos experimentado, sabía que a ella le encantaban mis anillos.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora