41. En mitad del camino

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LENA

Salimos al exterior y el frío de la noche golpeó mi rostro. Damiano no soltaba mi mano y tiró de mí hasta llegar al coche.

— ¡Estás loco! — grité preocupada. — Ese tío tenía una puta pistola podría haberte hecho algo.

— Iba a hacértelo a ti joder Lena. ¡¿Cómo que tenía una pistola?! — preguntó alterado perdiendo los nervios.

— Se la vi mientras jugaba, la tenía escondida.

Damiano se llevó las manos a la cabeza y dio una vuelta sobre sí mismo intentando calmarse.

— Te dije que no te separaras de mí. Sé cómo es esta gente joder. — dijo alzando la voz mientras me sostenía por los hombros contra el coche.

— Lo siento Damiano, no pensaba que podría pasar esto. — dije bajando la voz con un poco de culpa.

Él me miro y suspiro soltando todo el aire que tenía dentro, comenzando así a tranquilizarse.

— ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? - preguntó estrechándome entre sus brazos con fuerza.

— Estoy bien Damiano de verdad. — dije correspondiendo su abrazo.

— Vámonos de aquí. — dijo para después ayudarme a subir al coche.

Se montó en el asiento del conductor y en un principio pusimos rumbo de vuelta al hotel.

Entramos en una zona oscura de carretera, era madrugada y solo veíamos a nuestro alrededor los árboles que rodeaban la carretera, los cuales eran alumbrados por la luz del coche.

Estábamos en un silencio pleno, ninguno de los dos hablábamos porque estábamos pensando en todo lo que acababa de pasar. Pero fue él quien decidió romper el silencio.

— No sé qué haría si alguien te hiciera algo Lena. — dijo cambiando de marcha con la carretera fija en la carretera.

— Damiano, estoy bien. No me ha pasado nada. — dije para calmarlo.

Él suspiró, me miró fugazmente y soltó su mano de la palanca de cambios para apoyarla en mi nuca y trazar unas leves caricias.

Me producía una sensación extraña verlo así. No me gustaba verlo preocupado, pero a la vez me sentía protegida. Sentía que a su lado nada malo podía pasarme.

Me cogió de la mano y depositó un suave beso en ella. Me retiré un poco el cinturón para llegar a él y comencé a dejar besos por su cara y su cuello para tranquilizarlo.

— Ahí no nena. — dijo riendo cuando dejé un beso en su cuello.

— ¿Por qué? — pregunté traviesa.

— Porque me vuelves loco. — confesó pasando su lengua por la comisura de sus labios.

— Quiero volverte loco. — dije llevando mi mano a su pierna.

Él sonrió mientras negaba con la cabeza y quitó la vista de la carretera por un instante para agarrar mi rostro y dejar un beso en mis labios. Rápidamente aceleró la velocidad y salió por un camino que no era el que llegaba al hotel.

— A dónde vamos? — pregunté curiosa, pero sin rastro de preocupación.

— No hagas tantas preguntas Gaea. — contestó travieso mientras seguía rumbo a nuestro misterioso destino.

Minutos más tarde nos desviamos por un camino de tierra rodeado de vegetación, al final de este había una especie de mirador. Se veía todo muy acogedor y bonito, pero para ser sinceros no me dio tiempo de mirar mucho más a mi alrededor porque Damiano paró el coche y puso el freno de mano.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora