36. Placer anhelado

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LENA

Aquellas palabras hicieron efecto en Tom. Me miró alzando una ceja mientras me dedicaba una sonrisa vacilante y quitó una de sus manos de la cama para llevarla a su cinturón. Ahora todo su peso dependía de su brazo izquierdo, sus músculos se tensaron y algunas venas de su brazo se marcaron por el trabajo que estaban haciendo. Mis ojos hicieron un recorrido por sus músculos hasta que la otra mano de Tom me sacó de mis pensamientos.

Su mano libre viajaba entre nuestros cuerpos pegados para llegar a la línea de sus pantalones y quitar el cinturón. Supuestamente se estaba desnudando para ponerse su pijama, pero ambos sabíamos que lo más probable es que en su camino de desvestirse, se olvidase de su principal objetivo que era ponerse el pijama.

Lo estaba haciendo todo con una lentitud premeditada para torturarme aún más, su mano rozó todo mi cuerpo en su viaje al cinturón, y al quitar la hebilla con gran facilidad, el cinturón chocó contra mi vientre provocándome un suspiro.

A Tom se le oscureció la mirada ante mi reacción y pego aún más su cuerpo al mío si es que eso era posible.

Estaba acabando con mi paciencia, no podía esperar más ni permitir que lo siguiera haciendo todo lentamente para torturarme así que decidí ayudarle.

Una de mis manos fue a su pelo enredando mis dedos en él, y la otra recorrió su torso desnudo hasta llegar al botón de su pantalón el cual estaba dispuesta a desabrochar.

— ¿Qué crees que haces? — preguntó divertido.

— Tú eras la que no quería que me quitara la ropa. Ahora te toca aguantarte enana. — dijo sonriendo de forma divertida con una mirada oscura. Rápidamente coloco mis brazos por encima de mi cabeza sujetándome de las muñecas. Dejándome así, totalmente inmóvil.

No pude evitar reírme con su comentario, pero me mordí el labio intentando lo que me estaba causando con su tortura.

Acercó su cara a la mía, quedando a escasos centímetros de distancia. Me sonrió malvadamente sabiendo lo que estaba provocándome y se sumergió en mi cuello. Note el roce de sus labios sobre mi piel, y aquello me hizo experimentar una oleada de calor arrasando con mi cuerpo. Empezó dejando dulces besos húmedos que poco a poco se fueron tornando en pequeños mordiscos que me estaban haciendo perder el control.

No pude evitar suspirar pesadamente ante su toque y suplicar que me dejase sentirle.

— Tom... por favor...— dije con la voz entrecortada por mis jadeos.

Sentí a Tom reír sobre mi cuello, decidió ignorar mis palabras y seguir con lo que estaba haciendo. Intenté aguantar todo lo que pude, pero cuando deslizó lentamente su lengua por mi cuello, caí en su locura.

— Joder... Tom por favor... déjame...— dije agitadamente sin poder terminar la frase debido a mis gemidos.

— ¿Qué te dejé qué? — dijo separándose de mi cuello para mirarme de frente a los ojos, mostrándome su semblante tranquilo. Estaba disfrutando con esto.

— Déjame tocarte. — dije suspirando a modo de súplica.

No hizo falta decir nada más. La mirada de Tom se oscureció aún más y con lo cerca que estábamos pude ver como se dilataban sus oscuras pupilas ante el placer de oír mis palabras.

Soltó una de mis muñecas para colocar su mano en mi rostro y acortó de golpe la escasa distancia que nos separaba, uniendo nuestros labios en un salvaje beso que ambos anhelábamos.

Lleve de vuelta mi mano a su pelo y lo acerque aún más a mí, sintiendo el roce de su cuerpo contra el mío mientras nuestros labios luchaban entre sí. Una de sus piernas fue a parar a mi entrepierna dejando una leve presión que me hizo gemir entre sus labios.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora