Komori Motoya siempre ha sido esa persona que ha visto a los demás enamorarse, en cambio, él nunca ha sentido algo parecido como el amor.
Al menos no en serio.
Siempre ha sido ese amigo que apoya o aconseja e incluso ese con el cual llorar por tu...
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El despertador sonó a toda potencia y con eso inicio el día de Komori Motoya.
A diferencia de su cumpleaños cuando estrenó su mayoría de edad y terminó vomitando todo el alcohol que había bebido en el escusado causando que su primo casi cometa un homicidio, en este cumpleaños simplemente hablo un poco con sus compañeros y se fue a su habitación relativamente temprano.
Las habitaciones eran compartidas y Komori agradecía muchísimo haber podido escoger a su compañero de habitación, por eso mismo sin ninguna pena le lanzó la almohada en la cabeza.
De haberlo hecho a cualquier otro jugador de voleibol, a excepción de su primo por supuesto, le hubiese dado muchísima vergüenza.
—Vete a la mierda —murmuró Suna dándose media vuelta en su cama.
—Levántate, Iwaizumi-san nos matará si llegamos tarde a la práctica.
—Ese tipo sabe que debemos descansar, ¿verdad?
—Lo sabe muy bien, por eso nos dejó dormir toda la mañana —indicó Komori tomando las sábanas de Rintarou y jalando de ellas—. Muévete holgazán.
Suna luchó por tener sus sábanas encima de su cuerpo y cuando vio que era causa perdida las soltó haciendo que Komori cayera de espaldas.
—¡Oye!
—Ya me levanto, eres intenso.
Con cierta lentitud Suna se levantó de su cama y ayudó a Komori a alejarse del suelo.
—Hoy es un nuevo día.
Komori le sonrió.
—Buenos días.
—¿Qué tienen de buenos? —cuestionó con burla Suna y le dio unas palmadas en la cabeza—. Buen chico, gracias por despertarme. Puedes adelantarte si quieres.
Al escuchar eso Komori le hizo una mueca con reproche en su mirada.
—No soy un perro.
—Ya quisieras —sonrió Suna y Komori— ¿No te vas?
—No, te voy a esperar —tras decir eso se sentó en su cama—. Yo ya estoy listo, apúrate.
—Ay, que buen amigo —murmuro con sarcasmo Suna—. O perro.