6- Celos

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Entraron a un lugar que aparentaba ser un caffe común y corriente, caminaron a través de las mesas, las que estaban apenas ocupadas por algunos comensales, era casi la medianoche. El lugar estaba ubicado en East Village.

Candy no hizo preguntas, siguió a su novio tomada de la mano, dejándose conducir; llegaron hasta la cocina y luego él tocó una puerta rustica de madera envejecida, dio tres golpes. La puerta se abrió y fueron recibidos por un chico de cabellos color chocolate y tez mulata.

—¡Hola señor Graham!

—Hola Larry ¿hay lugar para uno más?

—Siempre hay lugar para usted en el Red Room señor, dijo risueño el chico.

—Bien, gracias Larry.

Terry miró a Candy para decirle que el pasillo que atravesarían estaría posiblemente un poco oscuro y eventualmente sucio, de modo que fuera lo más cuidadosa posible al caminar, él la conduciría sin prisa para evitar que tuviera algún inconveniente.

Llegaron a una segunda puerta a la que no tuvieron que tocar, el directamente la corrió y entraron de nuevo a un pasillo aún más oscuro. En ese punto era perfectamente audible un jazz desenfrenado, luego de una cortina, ahí estaba el Red Room, un salón de baile y bar clandestino de los mejores de la ciudad, una banda tocaba el jazz desenfrenado que ella había escuchado desde el pasillo; tenía las paredes mitad de madera y mitad de terciopelo rojo, las sillas y sillones estaban forrados con el mismo terciopelo. Grandes lámparas colgaban del techo, y había una escalera que conducía a un segundo piso, donde también había una barra, más mesas y sillones rojos.

—Apuesto que en Chicago no encontraras un speakesasy como este —le dijo con cara de travesura.

—No lo puedo imaginar, jamás había estado en un lugar así —respondió ella con los ojos expresivos.

—Vayamos a sentarnos señorita pecas – y la condujo entre la gente a una mesa que vio vacía.

Una vez sentados él le preguntó si quería una copa de champaña y fue por ella a la barra, él tomaría un whisky ojalá irlandés.

Desde la puesta en vigencia de la Ley Seca, habían surgido estos sitios donde se podía beber, bailar y escuchar música popular; las mejores bandas de Jazz y Blues, se presentaban en estos antros casi todas las noches. El Red Room era muy popular entre artistas, actores, escritores. Medio Broadway frecuentaba el lugar. También lo hacían presentadores de radio y músicos.

Terry llegó a la mesa con la champaña para ella y un vaso de whisky, se sentó lo más cerca posible, así poder cuchichearse al oído sin dificultad.

—Vienes con frecuencia —le preguntó Candy.

—No tanto, de vez en cuando, lo hacía a veces después de alguna función, en las noches en las que no quería volver a casa, me sentaba ahí en la barra —señalando con su dedo índice -y desde ahí escuchaba a la banda, tomaba un whisky, a veces dos. Pero debes saber que nunca más bebí como lo hacía en la época del colegio. ¿Recuerdas la noche en la que entre por accidente a tu habitación?

—Sí claro que lo recuerdo, fue esa noche en la que me tope con Albert cuando salí a buscarte medicina para que parara el sangrado de tu pierna.

—Me fui sin esperarte porque no quería meterte en problemas, no te di las gracias por curarme esa noche —se quedó en silencio, mirando a la nada —tomó un sorbo de su vaso y se levantó para sacarla a bailar. Sonaba un jazz menos desenfrenado.

Mientras caminaban a la pista él no dejaba de sonreír, luego la ajustó a su cuerpo para comenzar a danzar, así lo hicieron dos temas seguidos, hasta que la banda anunció un receso. Ya en la mesa ella notó que había un grupo de personas en otra cercana que no dejaba de mirarlos.

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora