11- Los Granchester

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"...quizá, las almas de las personas pueden provenir del mismo lugar".

Keiko Nagita (CCFS)

La noche antes de la boda, Candy y Terry cenaron con Eleanor Baker, en el Palmer House Hotel, donde se hospedaba la famosa actriz. Ella llegó esa tarde a Chicago, desde California. No ocultaba su inmensa alegría por ver a la pareja tan feliz como lucían ambos, ver a su hijo con el rostro radiante, con un entusiasmo jamás visto, el brillo en sus ojos. El cambio en Terry era evidente y llenaba su corazón de serenidad, una larga y tortuosa pesadilla había llegado a su fin para los dos.

Al momento de tomar el té, Eleanor los invitó para que la acompañarán a su suite, quería entregarle unos regalos a su querida nuera.

—Hijo, me puedes prestar a tu novia unos minutos, subamos a la suite, pero debes darme unos minutos a solas con Candy.

—Madre puedes pedirme esta noche lo que quieras, estoy muy feliz –le dijo él sin reparos. Terry no ocultaba su felicidad.

Él se quedó en la pequeña salita de la suite, mientras las mujeres entraban al cuarto. Eleanor le entregó una hermosa caja, Candy pudo leer el nombre de la tienda que estaba grabado en letras doradas, en francés. Solo la caja era en sí un lujo, intuyo de qué se podría tratar, pero fue apenas cuando lo tuvo en sus manos que comprobó exactamente lo que era.

—Sé que eres una chica reservada, y algo convencional Candy, pero hasta las chicas más tímidas en temas de amor deben tener un bello ajuar. Es francés, no es atrevido ni vulgar, es perfecto para ti. Tienes un bello cuerpo, puedo notarlo, te verás hermosa –le dijo Eleanor con dulzura.

Candy toco las prendas, era el satén y el encaje más suaves y finos que había tocado, eran sugerentes pero delicados. La verdad es que no se comparaba con lo que ella había elegido para su noche de bodas, tenía que reconocer que el gusto de Eleanor era exquisito.

—Es muy hermoso y delicado, me encanta Eleanor muchas gracias.

—Candy tengo algo más. Espero que sea también de su agrado. Lo compré en la misma joyería donde Terry encontró su anillo de compromiso- la actriz le entregó una bella caja de terciopelo, cuando Candy la abrió, no podía creer lo hermoso del collar de diamantes y esmeraldas con pendientes que veía.

—No era necesario Eleanor, esto debió costarle una fortuna, son bellísimos, siento que es demasiado, no me malinterprete por favor.

—Como puedes decir eso hija, no hay nada demasiado para ti, te mereces esto y mucho más, sabes lo feliz que haces a mi hijo Candy, lo feliz que me hace verlo así de contento, con ganas de vivir. Usted le devolvió las ganas de vivir, y eso para una madre lo es todo, es mi regalo de bodas para ti.

—Él también me hace muy feliz, soy la más feliz de las mujeres –le expresó Candy con una enorme sonrisa.

Eleanor abrazó a Candy, como a una hija, y se reunieron nuevamente con Terry, quien estaba muy ansioso en la sala de la suite. Antes de que se marcharan, la actriz, les ofreció su bella casa en Nueva York para que el futuro matrimonio la ocupará mientras conseguía su propio lugar en la gran manzana. Dedicada al cine, no ocuparía esta residencia por mucho tiempo.

Cuando regresaron a la mansión, fueron juntos a ver a Albert, quien estaba en su estudio privado como casi todas las noches después del café, se reunía ahí con Georges y a veces con Archie. Candy tocó la puerta, y él rubio ya sabía que era ella.

—Pasa Candy -se escuchó desde el interior decir el rubio.

—Bert, hola, venimos de ver a la madre de Terry.

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora