21- Alejando a la maldad

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Cuando Terry volvió a su habitación, pudo escuchar desde el pasillo el alboroto, por primera vez desde la noche anterior el tono de Candy era lo más parecido a tu tono alegre habitual. Aunque se entremezclaban las voces de Patty, Michael y la señora Hopkins, era la voz de su amada la hacía vibrar su corazón con la felicidad que transmitía.

Se quedó unos minutos parado en el corredor, con las manos en los bolsillos, disfrutando de aquel dulce revuelo en su habitación, imaginando el futuro, sintiéndose un espectador y no el protagonista, tratando de ver cómo sería la vida de ahora en más. Sentirse querido, deseado y seguro sigue siendo algo nuevo a pesar de los meses junto a Candy. Esperaba en el fondo de su corazón que ella sintiera lo mismo, esperaba estar a la altura de la vida que juntos engendraron con amor.

—Señor Terry, traje las flores —la voz del chófer lo sacó de sus pensamientos, girándose finalmente para atenderlo.

—Oh sí, gracias señor Curtis son hermosos, la señora estará encantada —dijo maravillado al admirar el esplendor de aquellos narcisos. —Sabe qué, vuelva a la floristería. ¿Es la floristería de confianza de mi madre cierto?

—Sí claro, señor es ahí a donde traen las mejores flores de todo NY.

—Bien, vuelva señor Curtis, quiero que compre tantos ramos como estos sean necesarios para llenar la casa, pero quiero que sea una sorpresa, procure que sean colocados en la sala, en el comedor, y en la salita donde mi esposa y yo tomamos el té.

—Está bien, lo haré ahora mismo.

—Gracias señor Curtis, se lo agradezco mucho.

Cuando finalmente entró con las flores en la mano, poco le importó si llevaba la cara del idiota más enamorado de mundo, la expresión de sorpresa en los ojos de su Candy valía esa y todas las tonterías que hiciera en adelante.

—¡Terry, Narcisos! ¡En esta época del año! Todavía no empieza la primavera —decía Candy dando saltitos en el sofá, a donde se había acomodado con el médico y Patricia.

—Sí son muy hermosas Terry, me recuerdan Londres, y el bosque cercano al colegio —expresó Patty realmente admirada por las bellas flores.

—Es que son sus flores favoritas. Y es cierto, crecían en el bosque del colegio —los Granchester intercambiaron una mirada cómplice recordando sus encuentros cerca del campo de narcisos, en la época escolar.

—Ah Terry felicitaciones por el bebé, serás un padre estupendo —agregó Patricia.

—Gracias Patty —contestó un Terry que volvía a recordar sus dudas frente a la paternidad.

—Bien, creo que debemos dejar que Candy trate de comer algo —dijo Michael poniéndose de pie y dirigiéndose a Terry, buscando apartarse con él, aprovechando la agitación por las flores de las mujeres. —Puedes ayudarme a comprar un anillo de compromiso, no sé a dónde ir.

—Claro doc., te daré una tarjeta con la dirección, es la joyería favorita de mi madre, allí encontré la sortija de Candy, y nuestras alianzas, espera.

Terry se movió ágilmente hasta su cajón, sacó una de sus tarjetas de presentación y anotó la dirección, volvió en un santiamén al lado de Michael para dársela.

—¿Cómo harás para ir, quieres que te lleve? —le preguntó cortésmente Terry.

—No, muchas gracias, quiero hacerlo hoy mismo. No te apartaría de Candy hoy, es mejor que te quedes con ella. Trata de que esté tranquila para que su presión se normalice; no te preocupes, Patty quiere hacer algunas compras, le diré que tengo que volver al hospital por alguna razón y mientras hace sus compras yo iré por el anillo.

Partida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora